Por Luis Fernando Méndez Molina, escritor sancarleño.
En la rica historia de los pueblos de Costa Rica, los comisariatos y pulperías emergen como piezas fundamentales que han marcado la vida cotidiana de generaciones enteras. A través de estas líneas, rindo homenaje a los hombres y mujeres valientes que, con esfuerzo y dedicación, han mantenido vivas estas instituciones en localidades como Villa Quesada, Aguas Zarcas, Venecia, y Marsella.
Hasta principios del siglo XX, los comisariatos y pulperías eran los epicentros comerciales de Hispanoamérica, proporcionando todo lo necesario para la vida diaria: alimentos, bebidas, velas, carbón, remedios y más. Estos establecimientos no solo eran lugares de comercio, sino también centros sociales donde las comunidades se reunían para compartir noticias, historias y eventos.
En este relato, se destacan figuras clave que marcaron la historia de estos negocios. Uno de los pioneros fue Fenelon Quesada Hidalgo, el primer comerciante que tuvo un comisariato en Los Caños, luego renombrado Venecia. Su establecimiento no solo ofrecía productos esenciales, sino también una radio que se convirtió en un punto de encuentro para la comunidad, transmitiendo noticias, cultura y entretenimiento desde la capital.
Los comisariatos y pulperías desempeñaban un papel vital en la vida de las comunidades. Los propietarios, como Amable Barquero Vargas en Marsella, no solo eran comerciantes, sino también agricultores, parteros y colaboradores activos en el desarrollo de sus pueblos.
El servicio era fundamental, con los dueños madrugando para abrir temprano y ofrecer productos básicos. A pesar de las limitaciones de la época, como la falta de plástico para empacar, estos emprendedores se esforzaron por satisfacer las necesidades de sus vecinos, incluso fiándoles productos cuando veían la confianza.
Personajes notables como Don Florindo Arce Venegas, Rafael Méndez Murillo y otros destacan en este relato como emprendedores valientes y trabajadores que, con sus pulperías, no solo contribuyeron a la economía local, sino que también crearon espacios donde la comunidad se reunía para disfrutar de la música, el baile y la camaradería.
La historia también destaca aquellos que llevaron su espíritu emprendedor a la capital, San José. Bruno Méndez Alfaro, Juan Luis Méndez Mesen, José Bernardo Arce Mesen y Manuel María Méndez Mesen son recordados como hombres que, partiendo de sus orígenes campesinos, triunfaron en la ciudad con pulperías propias, llevando consigo los valores y principios que les enseñaron sus padres.
Estos relatos no solo rescatan la memoria de los comisariatos y pulperías, sino que también honran a aquellos que, a pesar de las adversidades, construyeron negocios sólidos y contribuyeron al desarrollo de sus comunidades. Su legado perdura como un recordatorio de la importancia de la dedicación, la honestidad y el servicio a la hora de emprender. Gracias a estos hombres y mujeres, la esencia de los comisariatos y pulperías sigue viva en la rica historia de Costa Rica.