En la historia de Costa Rica, el telégrafo desempeñó un papel crucial como medio de comunicación en la segunda mitad del siglo pasado, permitiendo conectar incluso los lugares más aislados del país. Esta tecnología, que utilizaba señales eléctricas transmitidas a través de cables o ondas de radio, desempeñó un papel vital en la expansión de la comunicación.
En 1878, reconociendo la importancia del telégrafo, se estableció un acuerdo para ampliar la cobertura a lugares remotos, estableciendo un costo de 30 centavos por diez palabras, con un cargo adicional de diez centavos por cada cinco palabras adicionales o fracción de ellas.
La introducción del telégrafo en Costa Rica comenzó como un proyecto estatal entre 1857 y 1866. A pesar de los acuerdos con la Sociedad Internacional del Telégrafo Eléctrico y el empresario estadounidense Juan E. Noblea, no se ejecutaron. La telegrafía se hizo efectiva en 1868 con un contrato entre el gobierno costarricense y el empresario estadounidense Lyman Reynolds, estableciendo una conexión inicial entre Cartago y Puntarenas.
En 1869, el gobierno designó a 14 personas para operar y mantener el servicio telegráfico, imponiendo sanciones para prevenir daños a la infraestructura. El crecimiento fue evidente, expandiéndose de 128.5 kilómetros en 1873 a 480 en 1879, conectando Puntarenas hasta San Juan del Sur.
Minor Keith asumió la administración de las líneas telegráficas entre San José y Limón en 1882. La oficina nacional de telégrafo se estableció oficialmente el 29 de abril de 1891, consolidando la presencia y desarrollo de las comunicaciones telegráficas en Costa Rica.
Para la década de 1920, varias instituciones y particulares contaban con aparatos de radiotelegrafía, demostrando la evolución tecnológica. A finales de ese decenio, la red telegráfica nacional constaba de 205 estaciones, abarcando el Valle Central y áreas periféricas como la Zona Norte, Guanacaste, Golfo de Nicoya y Limón. Sin embargo, aún quedaban zonas sin conexión, como las recién colonizadas en el sur y sureste, y la región de Talamanca, habitada mayormente por poblaciones indígenas.
El telégrafo, con su capacidad para superar distancias geográficas, se convirtió en un elemento clave en la conectividad de Costa Rica, incluyendo la Zona Norte, y dejó un legado significativo en la historia de las comunicaciones del país.