Desde Washington, Estados Unidos) La tensión geopolítica entre Estados Unidos y Ucrania ha escalado tras un controvertido enfrentamiento dialéctico entre Donald Trump y Volodímir Zelensky, cuyas divergencias estratégicas amenazan con paralizar el flujo de asistencia militar estadounidense a Kiev en plena guerra contra Rusia. El expresidente republicano, en un movimiento que redefine el tablero diplomático, condiciona ahora sus decisiones a un gesto concreto de las potencias europeas, en un conflicto que parecía encaminarse hacia una pausa negociada pero que, tras este giro, vuelve a situarse en un escenario de incertidumbre.
Trump, quien ha manifestado abiertamente su desconfianza hacia Zelensky como interlocutor válido, centra su atención en la cumbre convocada este viernes por el recién electo primer ministro británico, Keir Starmer. Su objetivo: presionar para que la Unión Europea asuma un rol más protagónico en el financiamiento bélico, aliviando así la carga histórica de Washington. Sin embargo, las señales iniciales desde Londres no parecen alinearse con sus expectativas. Horas antes del encuentro, Starmer confirmó un nuevo paquete de ayuda a Ucrania por 3.000 millones de dólares, reforzando el compromiso británico pese al escepticismo de la Casa Blanca.
La diplomacia real británica ha irrumpido sorpresivamente en este delicado equilibrio. El rey Carlos III, tradicionalmente ajeno a la primera línea política, ha tejido una jugada de alto impacto: mientras recibe a Zelensky en su residencia privada de Sandringham —un gesto simbólico cargado de apoyo al líder ucraniano—, mantiene en paralelo contactos discretos con Trump, invitándolo a Westminster. Este doble acercamiento, presentado como «no oficial» para evitar críticas por injerencia monárquica, busca posicionar al Reino Unido como mediador clave ante el vacío dejado por Francia y Alemania, cuyos líderes, Emmanuel Macron y Olaf Scholz, enfrentan crisis internas que diluyen su influencia continental.
Analistas destacan la audacia de Starmer y Carlos III al capitalizar la coyuntura: con Macron debilitado tras los resultados legislativos franceses y Scholz en retirada por el ascenso de la oposición en Alemania, Londres aspira a reconfigurar su papel post-Brexit. La estrategia combina hard power (con el mayor préstamo militar británico a Ucrania desde 2022) y soft power, utilizando la figura real como puente entre Washington y Kiev. No obstante, persisten interrogantes: ¿logrará Trump frenar el apoyo republicano al paquete de ayuda de 60.000 millones de dólares estancado en el Congreso? ¿O la movida británica acelerará, por el contrario, una redistribución de responsabilidades en la OTAN?
Mientras Zelensky intenta contener el desgaste de su imagen en Occidente, la visita a Sandringham —donde discutirá garantías de seguridad a largo plazo— y su posible encuentro extraoficial con Trump marcan un punto crítico. La Casa Blanca insiste en que cualquier tregua debe incluir concesiones territoriales a Rusia, posición que Europa rechaza. En este pulso entre realpolitik y principios, el Rey Carlos III emerge como un actor inesperado, desafiando protocolos en lo que algunos ya califican como el «nuevo gran juego» del siglo XXI.