En San Ramón, Alajuela, vive una señora que no solo ha visto pasar más de un siglo de historia, sino que sigue siendo parte de ella. Se trata de doña Marita Camacho Quirós, quien, con 114 años de vida, no solo ostenta el título de exprimera dama más longeva del mundo, sino que sigue inspirando a Costa Rica con su ternura, sabiduría y esa calma que solo los años bien vividos pueden dar.
Nacida un 10 de marzo de 1911, cuando ni siquiera existía la televisión y los carros eran un lujo raro, doña Marita fue esposa del expresidente Francisco Orlich Bolmarcich, quien gobernó el país de 1962 a 1966. Pero ella no se quedó sentada a la par del poder; fue una primera dama comprometida, cercana, con mano firme y corazón grande. Le metió el hombro a temas como la niñez, la salud y la educación, dejando huella en proyectos que todavía hoy benefician a muchas familias ticas.
Hoy, doña Marita vive una vida tranquila, rodeada de amor, chineos y cuidados, como debe ser. No necesita reflectores ni discursos largos, su sola presencia ya lo dice todo: serenidad, fortaleza y mucha historia encima.
Un homenaje que llegó con el corazón
Hace apenas unos días, la vida le regaló otra gran alegría: recibió una medalla de plata que la declara Ciudadana Distinguida de Costa Rica. Y es que cómo no hacerlo, si hablamos de una mujer que ha sido testigo de transformaciones enormes en el país, y que aún hoy, a su manera silenciosa, sigue tocando corazones.
El homenaje fue sencillo pero lleno de cariño. Un reconocimiento a su legado, a esa figura que, aunque se mantiene alejada del bullicio, sigue viva en la memoria colectiva como un símbolo de dignidad y compromiso con el país.
Una vida que enseña sin palabras
¿Qué hace que una persona viva tanto y tan bien? Tal vez nunca lo sabremos con certeza, pero quienes han tenido la dicha de compartir con doña Marita aseguran que su secreto está en la vida sencilla, el amor familiar y una actitud tranquila frente a los desafíos. No hay recetas mágicas, pero sí una forma de vivir que parece dar resultado.
Doña Marita es como un puente entre generaciones. Ha vivido guerras, avances tecnológicos, transformaciones políticas, cambios culturales… y ahí sigue, como una enciclopedia viviente que, aunque ya no habla tanto como antes, sigue enseñando solo con existir.
En un mundo donde las prisas nos consumen y la memoria histórica a veces se olvida, tener a doña Marita con nosotros es un lujo. Es un recordatorio de que la verdadera grandeza está en servir con amor y vivir con humildad.
Gracias, doña Marita, por tanto. Costa Rica la quiere, la admira y celebra su vida con el corazón en la mano. ¡114 años y contando!