“¿Quién soy yo para juzgar?”, respondió el pontífice al ser cuestionado sobre los creyentes homosexuales. Para católicos y teólogos LGBTQ, las acciones y palabras del Papa demuestran que el cambio es alcanzable cuando los líderes se abren al diálogo y a la escucha.
En julio de 2013, el papa Francisco formuló una pregunta que marcaría un antes y un después en la forma en que la Iglesia católica se relaciona con las personas homosexuales.
“Si una persona es gay, busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”, expresó ante periodistas. Su frase —“¿Quién soy yo para juzgar?”— se convirtió en un símbolo de apertura y empatía.
Francisco falleció la madrugada de este lunes, justo después del Domingo de Pascua. Católicos y teólogos LGBTQ recordaron aquellas palabras como uno de los primeros gestos del pontífice hacia una mayor inclusión de las personas queer. Representó un cambio notable frente al enfoque de anteriores líderes eclesiásticos, quienes se referían a la homosexualidad como un “mal moral intrínseco” y un “desorden objetivo”. Esa actitud más comprensiva marcaría buena parte del pontificado de Francisco y se consolidaría como un aspecto central —y debatido— de su legado.