Signe Zeikate: la primera dama de Costa Rica entre su labor social y los cuestionamientos al presidente por machismo
Signe Zeikate es la primera dama de Costa Rica desde mayo de 2022, tras la elección de su esposo, el presidente Rodrigo Chaves Robles. Nacida el 2 de febrero de 1972 en Riga, Letonia, Zeikate posee la doble nacionalidad letona-costarricense. Su presencia en la vida pública costarricense se ha visto marcada tanto por su experiencia profesional como por el contexto político que rodea la figura presidencial.
Una trayectoria internacional
Economista de profesión, Zeikate cuenta con una maestría en Economía de la Universidad de Letonia y estudios de doctorado en políticas públicas. Su carrera se ha desarrollado mayoritariamente en el ámbito internacional, destacando más de dos décadas de trabajo en el Banco Mundial, donde llegó a dirigir el “Programa para el Desarrollo de los Países Pobres”. También se desempeñó como jefa del departamento de finanzas municipales del Ministerio de Hacienda de Letonia.
En 2001, obtuvo la prestigiosa beca Hubert Humphrey, lo que le permitió estudiar en la Universidad Americana de Washington D.C. y trabajar posteriormente en el Banco Mundial. Fue precisamente en esta institución donde conoció a Rodrigo Chaves, quien años después se convertiría en su esposo y presidente de Costa Rica.
Trabajo social con énfasis en infancia y juventud
Desde su llegada al país centroamericano como primera dama, Zeikate ha centrado sus esfuerzos en el desarrollo integral de la niñez y la juventud, con un enfoque especial en poblaciones vulnerables. Sus ejes de acción se agrupan en cuatro pilares: aprendizaje (idioma inglés y tecnología), protección (prevención del bullying y promoción de la convivencia), recreación (acceso a la cultura y el deporte) y salud (física y mental).
Además, ha manifestado un fuerte compromiso con la igualdad de género y el empoderamiento de las niñas, temas que resultan especialmente relevantes en un contexto donde las denuncias de machismo y misoginia contra el mandatario han ocupado titulares.
Controversias por el discurso presidencial
La figura de Rodrigo Chaves ha sido objeto de múltiples críticas debido a declaraciones y actitudes percibidas como machistas. Diversos sectores sociales, políticos y feministas han manifestado su preocupación por lo que consideran un estilo confrontativo y agresivo del presidente, en especial hacia mujeres en cargos públicos.
La Unión Nacional de Empleados de la Caja y la Seguridad Social (Undeca) hizo un llamado público para que Chaves detuviera lo que calificaron como discursos machistas. Asimismo, diputadas como Johana Obando y Vanessa Castro han denunciado que el mandatario suele atacar con mayor frecuencia a mujeres en posiciones de liderazgo.
Uno de los episodios más controversiales fue la acusación de la diputada indígena Sonia Rojas, quien señaló que el presidente cuestionó su identidad étnica, lo cual fue interpretado como un acto de discriminación y violencia simbólica.
En respuesta a estos incidentes, la Asamblea Legislativa aprobó en 2023 una moción para que el mandatario dejara de utilizar lenguaje violento en sus intervenciones públicas. Por su parte, el Instituto Nacional de la Mujer (INAMU) expresó su rechazo a declaraciones en las que Chaves aseguró que prefería ser llamado “cavernícola” antes que firmar un compromiso contra la violencia de género.
Una figura en contraste
Mientras Chaves enfrenta cuestionamientos por sus formas y lenguaje, la primera dama ha buscado proyectar una imagen de trabajo técnico y social enfocado en el bienestar de las poblaciones más vulnerables. Sin embargo, este contraste entre ambos ha llevado a algunos sectores a preguntarse hasta qué punto Zeikate puede —o debe— tomar distancia de las polémicas que involucran al presidente.
En un país que debate intensamente sobre el rol de la mujer en la política y la sociedad, la presencia de Signe Zeikate representa una figura con experiencia internacional y enfoque social, envuelta en una administración que ha sido señalada por actitudes que muchos consideran retrógradas en materia de género. El desafío de su rol no solo radica en su gestión, sino también en el delicado equilibrio entre el compromiso institucional y las tensiones políticas que rodean a su esposo.