Juicio contra Celso Gamboa: ¿tribunal penal o grupo de autoayuda?
Lo que se suponía debía ser un juicio serio por tráfico de influencias terminó convertido en un episodio más digno de un programa de reality show que de un tribunal de justicia. La audiencia contra Celso Gamboa ha dejado de ser un proceso judicial y se ha transformado en un espectáculo emocional, donde el protagonista no rinde cuentas por sus actos, sino que relata con lujo de drama su experiencia como extraditable en la Reforma.
¿El delito? ¿El tráfico de influencias? ¡Ah, sí, cierto! Eso quedó sepultado bajo anécdotas de ratas mordelonas, celadores sin alma y lamentos existenciales. Lo que debería ser una discusión jurídica sobre el uso indebido del poder, ahora parece un monólogo de stand-up con tintes trágicos. Faltó poco para que Gamboa pidiera aplausos después de cada intervención.
Mientras tanto, la defensa hace su parte con destreza: convierte cada audiencia en una función de teatro, donde los fiscales son los villanos y el imputado, el héroe incomprendido. El tribunal, por su parte, asiente en silencio como si estuviera viendo una telenovela. ¿Dónde están los jueces que marcan límites, que recuerdan que esto es una sala judicial, no un foro de catarsis?
La ciudadanía, sentada en su butaca invisible, asiste al show sin poder intervenir, viendo cómo el proceso se diluye entre quejas, supuestos abusos carcelarios, y una narrativa que tiene más de telenovela que de alegato.
Lo más preocupante no es que Celso Gamboa hable más de su estadía en prisión que de su presunto delito, sino que el tribunal lo permita. Porque en un juicio por tráfico de influencias lo que menos se ha juzgado es, precisamente, eso.
El mensaje es claro: si usted tiene conexiones, puede victimizarse hasta el cansancio, convertir la justicia en espectáculo y salir aplaudido. Porque aquí ya no se juzga con Código Penal en mano, sino con pañuelo en una y palomitas en la otra.
Costa Rica no necesita más dramas judiciales. Necesita justicia, jueces con carácter y procesos donde lo que importe no sea el llanto, sino la verdad.
