“El silencio pueda que huela a lodo”: las acusaciones de Camilo en San Carlos

En San Carlos, un periodista ha encendido una mecha peligrosa que arde cada vez con más fuerza: Camilo Rodríguez, conocido por su estilo frontal —y para algunos, hasta desequilibrado— ha venido señalando con nombres y apellidos a figuras públicas, empresarios e incluso instituciones locales, a quienes acusa de ser parte de clanes mafiosos y de lavar dinero en la Zona Norte desde hace años.

Y mientras él lanza videos con afirmaciones graves, directas y comprometedores señalamientos, la mayoría de los aludidos opta por el silencio. Algunos lo califican de “psiquiátrico”, quizás con la esperanza de que eso les exonere de tener que responder. Pero si tan delirantes son sus acusaciones, ¿por qué no lo querellan? ¿Por qué no lo desmienten con pruebas en mano y públicamente?

Porque cuando alguien lo acusa a uno de ser parte de una red criminal, el silencio no es prudencia: es complicidad aparente.

A la fecha, solo dos de los mencionados por Rodríguez se han atrevido a asomar la cabeza. Ayer lo hizo Luis Carlos Chacón, conocido como “Pollo”, presidente de la Asociación Deportiva San Carlos. Su defensa fue breve, casi tímida: “el que nada debe, nada teme”, dijo ante la junta directiva del club. Días atrás, el empresario Gerardo Villalobos —“Pitufo”, dueño de Visa— también dio una declaración escueta, asegurando que su capital proviene del trabajo honesto.

Aunque muchos sancarleños duden de esas versiones, al menos ellos salieron a dar la cara. Porque cuando se tiene algo de honor, se defiende. Aunque esté golpeado. Aunque cueste. Aunque nadie te crea del todo. Porque quien calla, otorga. Y en estos casos, otorgar equivale a aceptar una sombra que puede crecer sin control.

Pero lo más preocupante es el silencio de algunas instituciones. ¿Dónde está Coopelesca, por ejemplo? Una cooperativa que se debe a miles de asociados debería ser la primera en salir al paso de este tipo de señalamientos. Guardar silencio ante acusaciones tan serias como el lavado de dinero no solo mancha la imagen institucional, sino que genera un ruido peligroso: el rumor se convierte en certeza para el pueblo cuando nadie desmiente con firmeza.

No importa si el periodista no presenta pruebas contundentes. No importa si algunos lo llaman loco. Lo que importa es que las acusaciones están ahí, públicas, reiteradas, documentadas en videos que circulan a diario en redes. Y si el honor aún existe en algunos personajes e instituciones de esta tierra, deberían correr a limpiarlo antes de que quede totalmente embarrialado.

Porque si no hay verdad que defender, al menos que haya dignidad para intentarlo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *