La mañana del lunes 22 de julio amaneció con niebla y silencio en Canalete de Upala. Pero ese silencio se rompió cerca de las 7:15 a.m., cuando vecinos que caminaban frente a la escuela del pueblo encontraron una escena que jamás olvidarán: el cuerpo de una mujer yacía sin vida, tendido en plena vía pública.
Era Mileydi Arguedas Rodríguez, una vecina conocida por su carácter fuerte pero solidario, madre de cuatro hijos, abuela de nueve nietos y bisabuela de una pequeña. Su vida fue brutalmente arrebatada, y su muerte dejó una herida abierta en su familia y en la comunidad.
El informe preliminar del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) no dejó dudas sobre la violencia del crimen: heridas de arma blanca en el rostro, la espalda y las manos. Su cuerpo fue dejado como si no valiera nada, bajo el sol de la mañana, frente al lugar donde tantos niños aprenden a leer y escribir.
En medio del dolor, su hija Yareni Arroyo rompió el silencio para contar cómo se siente la familia:
“Mi madre siempre fue una buena madre. Con sus errores, pero luchadora. No se merecía esto”, dijo con la voz quebrada, al borde del llanto.
Desde entonces, Yareni no ha dormido bien. Ni ella, ni sus hermanos, ni sus abuelos, ni los siete tíos que Mileydi deja atrás. El vacío pesa y las preguntas sin respuesta se acumulan: ¿Quién lo hizo? ¿Por qué? ¿Cómo es posible que nadie haya visto nada?
Mileydi vivía en Upala desde hacía más de una década. Tenía una pareja con la que compartía su vida desde hace 12 años. No era una mujer perfecta, pero sí una mujer presente: de esas que crían, que pelean por los suyos, que sostienen una casa con lo que hay. Su ausencia ahora se siente como un hueco frío que nada puede llenar.
Mientras el caso sigue en investigación, la familia solo tiene una consigna clara: que no quede impune.
“Pedimos justicia. Queremos respuestas. Imagínese ver a su mamá tirada muerta en la calle… No es justo”, reclamó Yareni, con el dolor atravesado en cada palabra.
Los días pasan, pero el clamor no cesa. En Upala, donde las tragedias muchas veces se ahogan en el olvido, la familia de Mileydi se aferra a la esperanza de que su caso sí tenga justicia. Porque no hay consuelo mientras la verdad siga escondida.
