Crónica con aroma a jabón: Celso tuvo que lavar a mano y sol no ayudó a secado

Crónica con aroma a jabón: Celso Gamboa y el drama de las tres mudadas

La Reforma, Costa Rica – En lo que podría ser perfectamente un capítulo de telenovela carcelaria, el exmagistrado, exministro y actual inquilino de máxima seguridad, Celso Gamboa Sánchez, enfrentó una tragedia moderna: se quedó sin ropa limpia para ir a juicio. Sí, señores, lo leyeron bien. En pleno siglo XXI, el gran dilema de un acusado por tráfico de influencias no es su defensa legal, sino cómo secar su ropa interior bajo la lluvia del fin de semana.

Natalia Gamboa, hermana del acusado y abogada de vocación (y, aparentemente, también asesora de lavandería), confirmó que el otrora poderoso funcionario tuvo que lavar a mano sus prendas dentro del módulo donde cumple prisión preventiva. ¿La razón? Ni el OIJ ni Adaptación Social quisieron facilitarle el outfit de cada día. Porque claro, si vamos a hablar de tráfico de influencias, al menos hay que hacerlo con estilo, ¿no?

Según Natalia, el clima no ayudó. El sábado y domingo llovió, y la ropa, pobrecita, no se secó a tiempo para la pasarela judicial del lunes. Pero tranquilos: no van a insistir más, dijo la defensora, resignada a dejar en manos del clima la presentación de su defendido.

Durante días, Celso y su equipo legal suplicaron al Tribunal Penal de Hacienda que le permitieran ingresar más de las tres mudadas reglamentarias. El argumento: no quería “verse mal vestido” frente a los jueces. Porque si algo mancha la honra de un procesado es un pantalón arrugado, jamás el cargo por el que se le acusa.

El Tribunal, diplomático pero firme, dijo: “nanais”. Consultaron al OIJ y a La Reforma, y ambos respondieron con la elegancia de una negativa irrevocable: que se lave la ropa, como todo hijo de vecino recluido en máxima seguridad.

El juez Arias, presidente del Tribunal, fue claro como un detergente de marca: “Tienen pilas, tienen jabón, tienen manos… que laven”. Porque en máxima seguridad no hay planchado exprés ni tintorería VIP.

Gamboa, evidentemente molesto y con la autoestima enlodada por la humedad de sus pantalones, amenazó con asistir al juicio “como torero improvisado”, es decir, en pantaloneta. Nada dice “tráfico de influencias” como un par de shorts deportivos frente al estrado judicial.

“Esto es un trato ingrato”, lamentó el exministro, mientras anunciaba que mejor no invitaba a su hermana e hija al tribunal, pues teme que lo vean sin la formalidad de su acostumbrado look ministerial. A fin de cuentas, nadie quiere que su familia lo vea con ropa lavada a mano y secada entre barrotes.

Randall Zúñiga, director del OIJ, fue contundente y seco (más seco que la ropa de Gamboa): “No vamos a doblar las reglas por nadie. Fin de la historia”, publicó en X (antes Twitter, ahora libre de sentimentalismos). Así, sin más, le cerró la puerta del vestidor a Celso, quien tendrá que arreglárselas con sus tres mudadas por lo que queda del mes.

Así que mientras unos enfrentan al sistema por causas mayores, Gamboa libra una batalla textil. Porque en el nuevo capítulo de su vida, la corrupción ya no se huele a impunidad… huele a ropa húmeda y jabón de barra.

¿Justicia? Tal vez. ¿Drama? Sin duda. ¿Moda carcelaria? Solo con previa autorización.

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