Pelusa, la gata que no deja de esperar

Pelusa no sabe de incendios ni de tragedias. Solo sabe que, desde el domingo pasado, su mundo cambió para siempre.

La madrugada aún no terminaba cuando el cielo de San Juan de Dios de Desamparados se iluminó de rojo. Mientras las sirenas rompían el silencio y el humo se alzaba como una nube amarga, una pequeña figura recorría los techos, con la desesperación en cada paso: era ella, la gatita de la familia.

Los vecinos la reconocieron de inmediato. “Esa gatita siempre andaba por aquí, todos la conocíamos. Era de la familia que murió en el incendio… y acababa de ser mamá”, dijo Ana Hernández, mientras intentaba contener las lágrimas.

Pelusa buscaba. A su familia. A sus tres cachorros. Maullaba, bajaba del techo, volvía a subir, intentaba entrar por cualquier rendija, pero el calor que aún emanaban las paredes calcinadas se lo impedía. No podía comprender que ya nada estaba como antes. Que sus humanos, esos que le daban de comer, que la acariciaban, que la habían visto parir hacía pocos días, ya no estaban.

Horas después, cuando la casa dejó de arder, Pelusa entró. Y los que la oyeron aseguran que sus maullidos dentro de las ruinas fueron tan largos y tristes, que parecía que el duelo tenía voz.

En esa tragedia murieron una madre y sus tres pequeños: Kendall, de 11 años; Keylor, de 6; y Kristtel, de apenas 3, quien esperaba celebrar su cumpleaños el 2 de agosto. Otra mascota, un gatito que pertenecía a uno de los niños, también falleció entre las llamas.

Pelusa, en cambio, sobrevivió. Pero no ha dejado de buscar.

Fue una rescatista de Desamparados centro quien la tomó en brazos y se la llevó, sabiendo que necesitaba más que comida: necesitaba consuelo. Ahora está en un lugar seguro, donde la han rodeado de otros gatitos huérfanos, que Pelusa ha aceptado como si fueran propios. Tal vez porque su instinto maternal sigue intacto, o tal vez porque, en esos cuerpecitos pequeños, ella intenta encontrar a los suyos.

Se nota menos inquieta, más tranquila, pero sus ojos siguen llenos de preguntas que nadie puede responderle.

La buena noticia es que está en manos amorosas. Quienes la cuidan ya planean su castración y otras atenciones que necesita, pues Pelusa aún alimentaba a sus cachorros cuando ocurrió la tragedia. El medio San Juan de Dios Informa confirmó que, cuando esté completamente recuperada, regresará con la mamá de Marilyn Chacón, abuela de los niños fallecidos.

Los vecinos respiran con algo de alivio al saber que Pelusa está bien. En medio del dolor que marcó su comunidad para siempre, esa pequeña vida que se salvó es como un rayo tímido de luz. Porque aunque nadie podrá borrar lo que pasó en la calle La Mota, ver que la gatita está en pie, curándose poco a poco, les recuerda que incluso después del fuego, la vida insiste en quedarse.

Pelusa no entiende del todo lo que ocurrió. Solo sabe que aún espera. Y en ese esperar, se ha convertido en símbolo de todo lo que se perdió… y de todo lo que queda por sanar.

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