El antiguo mercado de Ciudad Quesada: un rincón de historia, aromas y memorias vivas

En el corazón de Ciudad Quesada, donde hoy el bullicio urbano convive con centros comerciales y bancos, hubo un tiempo en que los pasos eran de tierra, los techos de zinc, y el aroma a café y carne recién cortada llenaba el aire. Allí se levantaba el antiguo mercado municipal, un espacio modesto pero vibrante, donde se tejía la vida cotidiana de los sancarleños.

Construido a mediados del siglo XX, el mercado fue durante décadas el epicentro comercial de la región. Más que una infraestructura, fue un punto de encuentro social, económico y cultural, donde se vendía de todo: verduras frescas, carne, especias, ropa, herramientas… y, por supuesto, deliciosas comidas caseras preparadas en pequeñas sodas familiares.

Los tramos estaban repletos de rostros conocidos, familias enteras que con esfuerzo levantaban sus negocios. Uno de esos niños que correteaba entre los pasillos del mercado era Álvaro Salas, quien guarda con cariño vívido los recuerdos de su infancia en “la Villa”.

“De niño, en los años 60, iba a entregar bolsas de manigueta que elaboraba mi papá a los tramos de los Víquez (el manco), los Zamora (Poloncho), Miguelito Hidalgo y Carlos Quirós, mi padrino. Además, hacía los mandados diarios: carne donde don Raúl Hidalgo, abarrotes donde los Vargas o Germán Rojas… Lindo recuerdo de mi infancia en la Villa”, rememora Salas con nostalgia.

Cada tramo tenía su historia, cada vendedor, su apodo y su clientela fiel. Las sodas ofrecían platillos sencillos, pero inolvidables: arroz con pollo, picadillos, olla de carne y el infaltable fresco de chan. Las conversaciones eran en voz alta, las bromas iban de mesa en mesa, y los encargos se apuntaban en cuadernos a crédito, porque la confianza era ley entre vecinos.

En aquel mercado no solo se vendía y se compraba; se creaban lazos. Era el lugar donde se enteraban de nacimientos, se comentaban las noticias del pueblo, se hacían amistades y se cultivaban recuerdos que hoy viven en la memoria de muchos sancarleños.

Con el paso del tiempo y el crecimiento de la ciudad, el antiguo mercado fue desplazado por estructuras más modernas y fue reubicado. Pero su esencia permanece viva en quienes lo vivieron: en los olores, los sabores, los nombres y los relatos que aún circulan como si el mercado estuviera abierto cada mañana.

Hoy, en medio del cemento y el progreso, queda la huella de aquel mercado donde se formó parte del carácter cálido y trabajador de Ciudad Quesada. Un testimonio de otra época, donde todo era más sencillo, más cercano y, tal vez, más feliz.

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