Narrativa de una esperanza en la montaña: la Cruz Roja llega donde nace la vida

En lo profundo del territorio indígena de Cabagra, en las montañas del cantón de Buenos Aires, Puntarenas, la vida escribió una historia de humanidad, entrega y esperanza. Ayer, entre senderos de tierra, árboles altos y el silencio del bosque, una madre trajo al mundo a su hijo en su humilde hogar, sin hospitales ni salas de maternidad cerca. Pero no estaba sola.

La Cruz Roja Costarricense, fiel a su misión de estar donde más se le necesita, se abrió paso entre la montaña. Socorristas del Comité Auxiliar de Buenos Aires caminaron cerca de 30 minutos bajo el intenso sol, por caminos rurales angostos, hasta llegar a tiempo. No hubo sirenas, pero sí determinación, vocación y cuidado. Allí, en medio del aislamiento, aseguraron el bienestar de la madre y el recién nacido, quienes fueron estabilizados y luego trasladados al centro médico más cercano.

Una imagen lo dijo todo. En ella, una socorrista sostiene con delicadeza al recién nacido, mientras a su lado, un pequeño —el hermanito mayor— levanta una sombrilla para cubrirla del sol. Un gesto sencillo, silencioso, pero cargado de ternura, empatía y respeto. En ese instante, la solidaridad se hizo carne, y la infancia se volvió aliada de la esperanza.

La Cruz Roja Costarricense no solo salva vidas; lleva alivio, consuelo y calor humano a los rincones donde a veces parece que nadie más llega. En esta ocasión, lo hizo a pie, con mochila al hombro y el corazón dispuesto. Porque, desde hace 140 años, así ha sido su compromiso: firme, constante y sin fronteras.

Cada nacimiento es un milagro. Pero cuando ocurre en condiciones difíciles, rodeado de gestos de compasión, se convierte en un recordatorio del poder de la humanidad.

Gracias a quienes, con botas en el barro y alma en la causa, siguen salvando vidas.

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