Por Luis Fernando Méndez Molina, escritor sancarleño.
A la memoria de todos aquellos, hombres que tuvieron negocios, de Comisariato, Pulpería, Abastecedor, en Villa Quesada, Aguas Zarcas, Venecia, Marsella, y también aquellos jóvenes, que nacieron en Marsella y tuvieron Pulperías en la capital, San José, dando el mejor servicio.
Quien no conoce una pulpería o Comisariato, aquí su historia era, hasta inicios del siglo XX, el establecimiento comercial típico de las distintas regiones de Hispanoamérica, encontrándose ampliamente extendida desde Centroamérica hasta los países del Cono Sur. Su origen data de mediados del siglo XVI y proveía todo lo que entonces era indispensable para la vida cotidiana: comida, bebidas, velas, carbón, remedios y telas, entre otros.
También era el centro social de las clases sociales humildes y medias de la población; allí se reunían los personajes típicos de cada región a conversar y enterarse de las novedades. Los comisariatos y pulperías eran en algunos lugares donde se podía tomar bebidas alcohólicas y además se realizaban peleas de gallos, se jugaba a los dados, a los naipes, etc.
Y como pensar, que alguna persona trataría de facilitar a sus vecinos, del pueblecito, o Barrios de la capital San José, colocando un comisariato, Pulpería en los Caños para poder comprar las cositas básicas de abarrotes, de aquella época. Entre larga distancias, de ir a comprar, como a siete horas aproximadas, el dueño del comisariato iba y en caballo, con aquellos barreales y lluvias, se iba a traer algunas cosas, a La Unión, Villa Quesada. Mencionare que el primer Comisariato en Pueblo Viejo, Los Caños, luego se llamaría Venecia fue Fenelon Quesada Hidalgo, Nacido 1895 Falleció 12/07/1983 su Padre Manuel Quesada Quesada y pacifica Hidalgo Quesada, tenían Ocho hijos, ellos radican en Los Caños, luego se llamaría Venecia, Fenelon Quesada Hidalgo, primer Comerciante que tubo comisariato, en Los Caños, Venecia y una radio, donde todos llegaban a admirar, y a escuchar, que dentro ese aparato se escuchara hablar, desde la capital, temas muy importantes, noticias, sociales, cultura, agricultura etc..
Muchos tenían su parcela, solar donde sembrar, pero también se necesitaban cosas básicas y que era necesario para muchos, que trajera, Fósforos, canfín, Latas manteca, Café, Atado de Dulce, Balas, Baterías, Arroz, Candelas, Frijoles, Maíz, Café, Fideos, y muchas cosas más, y claro herramientas para el trabajo, limas, cuchillos, botas, palas, sombreros y muchas cosas más.
Los establecimientos eran una viva expresión de la cultura local, como en algunos casos luego de un arduo trabajo, allí se relajaban en los comisariatos llegasen a reunirse comediantes, gente contar leyendas, chistes en donde solían contar con una o dos guitarras para que los “guitarreasen» y cantasen; o se organizaran payadas y bailes entre los parroquianos oh lugares donde se podía enterar de sucesos de lugares vecinos.
Aquella humilde persona, quien se ponía el comisariato o pulpería, ya temprano cuando iniciaba el gallo a cantar era, como las tres y media de la mañana, saliendo de la cama, a trabajar, antes de que saliera el sol, si muchas personas tenían que madrugar, para irse a trabajar y tal vez caminar por mucho rato, entonces siempre madrugaban para llegar frescos a chapear, en las fincas, ordeñar las vacas, o voltear algún gran árbol, para sacar tablas o reglas y tal vez no tenían que hacer, para la merienda, entonces, ese era el buen servicio, tener desde temprano abierto el comisariato o pulpería.
Pero aparte de la amabilidad, con la gente, como el buenos días, buenas tardes, En que le puedo servir, el con mucho gusto de atenderlo, y el preocuparse por aquello que no tenía, para luego incluirlo para darle un buen servicio al vecino, todo eso, era aquella humilde persona, en ese tiempo se relucían los valores y principios quien tenía la pulpería, o comisariato, la gente de antes eran muy muy pobres, pero muy responsables, honrados, personas de palabra, muy puntuales, siempre el pensar de ellos, era andar con la frente muy en alto, que a nadie se le debía nada, era una regla.
Y además eran personas que daban mucha confianza con la gente del pueblo, también allí era donde alguien que buscara a alguien, ¿llegaban a preguntar? ¿Usted conoce a fulano? Me regala la dirección, si claro ellos todo lo sabían, quien se iba o quien llegaba al, pueblo o barrio, ese lugar fue y es, donde actual se pregunta de alguien de primero.
Pero en aquella época, lo que había, para empacar el arroz, harina, frijoles, Azúcar y otras cosas eran en bolsas de papel, así que Diosito que no llueva, porque las bolsas se rompían, claro no existían lo plástico, luego se acomodaba todo el diario en el saco, o alforja, aquellas cosas que se quebraran se envolvían en periódicos, también los jabones se envolvían en periódicos.
Cuando pasaban a alguna carnicería a comprar, carne, se envolvían en hojas de bijagua o plátano, luego se envolvía en hojas de los periódicos cuando había. Tampoco era que a la gente le quedara cerca el dicho comisariato, o pulpería, estamos hablando de una hora a pie tal vez, o más o media a pie también, donde tenía que venir a traer el diario, el que estaba mejor acomodado tal vez tenía alguna bestia para ir a traer el diario y otros a pie se lo llevaban en sus hombros, eran hombres muy valientes, y responsables.
Tampoco les digo, que se fueran a ser muy millonarios, vendiendo en comisariato o pulpería, era poco el porcentaje, apenas como decían ellos, apenas para ir pasándola, para ayudarse para la familia, a pesar de lo poco, de ganancia, eran muy colaboradores cuando había que pedir, abarrotes para el turno del pueblo, para la Ermita, allí estaban presenten, Gracias gente que Dios les bendiga, todo esfuerzo por sacar a sus familias y desarrollar esos pequeños pueblecitos.
En las mañanas cuando había algún pago, más de uno pasaba dejando una pequeña lista de los abarrotes que necesitaba, o lista del diario, para que se los alistaran cuando ya venían de regreso, del trabajo, aunque cansados, sudados, iban con el saco del diario acuestas, hasta donde le dieran las fuerzas, descansaba y luego sigamos caminando, a veces llegaban anocheciendo, les recuerdo las casas y ranchos se alumbraban con candelas y canfineras, en el camino se alumbraban con focos, cuando le servía, si no, a oscuras.
Yo recuerdo, cuando mi padre se iba, a comprar el diario, había unas grandes ansias de que llegara rápido, y sabes ¿por qué? A pesar de que la plata, solamente alcanzaba, para comprar lo básico de la cocina para preparar, cuando llegaba nuestro padre, dentro del saco del diario, venia una bolsita de confites, no era gran cantidad tal vez como mucho dos, confites para cada uno, pero eso era la forma de mi padre, de decirnos que nos quería.
La mayoría de personas tenían terrenos, para sembrar, su agricultura, pero no tenían plata, entonces le tenían que trabajar para otras personas que manejaban el efectivo Como, Emilio Vargas Salas, Florindo Arce Venegas y Ezequiel Herrera Solís y con ese dinero les facilitaban comprar su diario y otras cosas como vestimentas para sus hijos.
La gran ventaja, del dueño del Comisariato, pulpería, en vez en cuando arriesgaba de su confianza, de fiar a las personas, que él veía que no iba a tener pérdidas, al cobrar, claro tenía que ser bien firme, y enterarse de donde iba a conseguir el dinero, aquella persona, en aquel tiempo, como les decía todos tenían tierras, y sus hijos les ayudaban mucho en sembrar, Arroz, frijoles, Maíz, caña y otros, lo sacaban luego a vender, luego se iban directamente a buscar al dueño del comisariato, pulpería y cancelaban la deuda, otros se la jugaban sacado madera para la venta, vaquillas de ordeño y así hacia la platilla.
Llegaría un señor, llamado Emilio Vargas Hernández quien tuvo en el cuadrante de Venecia, un Abastecedor y También es el señor Belisario Pérez Vargas, una gran persona, ya Venecia iba desarrollándose, ya habían llegado más familias, mantuvo una finca acá en Marsella, en la altura, paraíso.
La iniciativa, del primer negocio, acá en Marsella, fue Don Marco Tulio Mesen Miranda, quien construyo, un lugar para Comercio, como pulpería, Cantina, Salón de Baile, claro él no la trabajo mucho tiempo, luego la alquila a otras personas del pueblo para que la administraran, luego la venderían, todo a puerta cerrada, acá en este salón, llegaban grandes conjuntos y grupos que venían a tocar, música en vivo, era un llenazo de gente, cada vez que hubo una actividad.
Era todo en madera, muy grande el Salón de Baile y piso de Madera, una gran barra larga, donde la gente, que no bailaba, se sentaba a consumir, hasta no levantarse, claro hubieron , sus pleitos por alguna guapa mujer, por problemas personales, el estar ebrios les daban fuerzas para encarar a su contrincante, muchos de ellos venían a caballo, afuera del salón se podía apreciar, gran cantidad de caballos y uno que otro carro Lan Rover que era, muy pocos lo que lo tenían, por cierto muy buenos esos carros.
En esos bailes, siempre había algún bromista, a veces los que llegaban, a caballo, el bromista le soltaba, la marra de la montura, para cuando se montara, y ebrio se callera al montar su caballo, otro le soltaba su caballo, para que se fuera la bestia, y tuviera que ir a buscarlo o irse a pie, hasta la casa, y otros que no podían levantarse se dormían afuera del salón, hasta que se le pasara la fiesta del alcohol.
Acá en Marsella, hubo una ejemplar de señora, muy trabajadora, montaba su caballo a medio lado, buena jinete, partera, del pueblo y comerciante, ella es Amable Barquero Vargas, quien también puso su negocio, acá en Marsella para poder ayudarse, a solventar sus gastos y ver a su hijo, José Adrián Vargas Barquero, hijo Natural.
En los años después de 1960 Adolfo Corrales Calderón: su esposa Silvia Rojas Blanco ella nació el 16 de octubre de 1960 – Su padre fue Germán De Gerardo Rojas Salas y su madre Ana Cecilia Blanco Zúñiga Esta familia estaría llegando a Marsella de Venecia, sus padres Francisca Arias Molina y Aquiles Corrales Rojas, quien se podría una Pulpería acá en Marsella administraron el telégrafo, tenían muchos hijos, el padre de Aquiles corrales Rojas, se llamó Adolfo Corrales calderón, su madre Silvia Rojas Blanco quien en vez en cuando atendía dicha pulpería, el padre de Aquiles falleció en la pulpería, año 1965 no estando él en Marsella.
Don Florindo Arce Venegas, tuvo una pulpería, viendo la necesidad, de los vecinos del pueblo, en Marsella y se la atendía su hijo (chalo) José María Arce Méndez, este señor, siempre fue comerciante y muy trabajador, muy inteligente y daba trabajo a muchos de acá, en sus fincas.
Otra gran persona de buen humor, muy trabajador fue el señor Aníbal Solís Alfaro y su esposa Ángela Porras Pérez ella prima de Ovidio Pérez Carvajal, este señor también puso acá en varios, lugares tubo su pulpería, como en Calle Mesen, en la actual casa de Guido Molina Rojas, luego antes llegar, pasando la quebrada los mudos, allí vivió y su pulpería, también muchos hijos, era muy innovador, a cada nada salía a traer mercadería, traer cosas nuevas, mientras su señora e hijos le atendían su negocio.
Otro joven emprendedor, sin vicios en esos momentos, de acá en Marsella quien trabajo una pulpería, fue Rafael Méndez Murillo, hijo menor de Bruno Méndez Araya, luego se iría a pital, a trabajar una pulpería allá, pero con la mala suerte, lo abraza la peste, de la fiebre amarilla y fallece muy joven.
Como en los años, 1976 llegaría don Juan Araya salas y sus hijos, ellos atenderían la pulpería, La cantina y Salón de Baile del Pueblo, en Marsella y a un lado de afuera corredor, ponen la pulpería, un señor muy amable atento, buen humor, servicial, igualmente sus hijos muy buenas personas.
Quiero ser mención, de Cuatro personas, que vivieron acá en Marsella, que tuvieron pulperías en la Capital, San José, fueron: Bruno Méndez Alfaro, Juan Luis Méndez Mesen, José Bernardo Arce Mesen y Manuel María Méndez Mesen, grandes valientes se fueron con una idea, de trabajar honradamente, de ponerse un negocio propio, sin tener dinero, con esfuerzo lo lograron y servir lo mejor posible a sus clientes, respetando los valores y principios que sus padres, campesinos, les habían enseñado, gracias.
Derechos de Autor, Luis Fernando Méndez Molina
Libro: Nuestras raíces Marsella de Venecia.
Foto principal tomada del bloc «Mi Costa Rica de Antaño«