Hoy se cumplen 49 años la tragedia de la «Angostura en Puntarena, donde murieron 50 personas

El 13 de septiembre de 1975, a las 9:50 de la mañana era un día soleado en la bella provincia de Puntarenas. La gente hacía sus mandados como un día cualquiera bajo un sol radiante como cualquier día en el puerto.

La brisa del mar presagiaba un hermoso día. Frente al Hospital Monseñor Sanabría un autobús, se detuvo para subir algunos pasajeros y luego continuar su viaje por el Estero.

Aquel día, el autobús, una unidad, un poco viejita continúo su recorrido por la Angostura y al parecer un desperfecto mecánico hizo que se presipitara a las aguas del estero, a dos kilómetros al oeste del cementerio de Chacarita.

En este trágico accidente perdieron la vida 50 personas, incluyendo 34 adultos y 16 niños, quienes lamentablemente se ahogaron en ese fatídico suceso.

Este incidente es conocido tristemente como el «Accidente de Angostura», y es recordado como la segunda ocasión en la que el destino fue implacable con el conductor del autobús, Antonio Nacarato, quien también había estado involucrado en la tragedia de Choluteca.La tragedia en Choluteca se refiere a un accidente ocurrido el 29 de junio de 1965 en el cerro de Chinchayote, municipio del Corpus, departamento de Choluteca, al sur de Honduras.

El autobús, que pertenecía a un hombre de apellido Pérez, estaba realizando su ruta habitual y, aparentemente, llevaba un exceso de pasajeros, transportando a alrededor de 70 personas. Había recogido a algunos pasajeros en el hospital Monseñor Sanabria y se dirigía hacia el centro del Puntarenas.

Cuentan los sobrevivientes que cuando el autobús se aproximaba al tramo más estrecho de su recorrido, conocido como «La Angostura», cerca del kilómetro 111, los pasajeros escucharon un fuerte estallido, similar al ruido de una llanta reventada.

El vehículo comenzó a balancearse peligrosamente de un lado a otro, mientras Antonio Nacarato luchaba desesperadamente por controlarlo. Intentó dirigirlo hacia la izquierda, hacia un terraplén, pero el destino tenía otro plan. El autobús se desvió hacia la derecha, donde no había barreras de protección, saliéndose de la carretera y sumergiéndose en las aguas del estero.

En ese momento, la marea había comenzado a bajar después de haber subido durante la madrugada. La lucha por la supervivencia se desató entre los pasajeros, algunos intentaron salir a través de las ventanas, y en medio de la confusión, se produjeron numerosos atropellos.

Como en la mayoría de tragedias, surge una heróe, uno de los pasajeros que logró salir a flote y nadar hasta la orilla, Antonio Obando, un joven de 15 años que viajaba en el autobús con algunas compañeras de la escuela. En un acto heroico que merece ser recordado, Antonio volvió a sumergirse para rescatar a tres personas más, pero lamentablemente no regresó.

El accidente movilizó a algunos transeúntes que pasaban por el lugar, así como a voluntarios que se enteraron de la noticia. Juntos, ayudaron en la recuperación de los cuerpos.

La noticia de la tragedia conmovió profundamente a Puntarenas, ya que prácticamente todas las familias, vecinos y amigos se vieron afectados de alguna manera. En el hospital Monseñor Sanabria, donde se llevaron los cuerpos sin vida, se vivieron escenas desgarradoras cada vez que una familia reconocía a sus seres queridos fallecidos.

Entre los relatos conmovedores que se escucharon en esos momentos tan dramáticos, se destacó el de Juan de Dios Sáenz Vásquez, un hombre ciego que milagrosamente sobrevivió. Trágicamente, su lazarillo de 13 años, Juan Ramón Ferreto, falleció ahogado.

Es importante señalar que el autobús solo contaba con el seguro obligatorio, que cubría un monto de ¢50 mil, lo que significó que el Instituto Nacional de Seguros (INS) solo pagó ¢1.000 por cada persona fallecida.

Parte de la información obtenida del medio Puntarenas se Oye