El sábado pasado, la muerte, el terror y la tragedia se abatieron sobre un desolado terreno cercano al kibutz Reim, en pleno desierto del Neguev, donde se celebraba un festival de música electrónica que se vio bruscamente interrumpido a las seis y media de la madrugada. En ese momento, varios misiles disparados por Hamás hicieron explosión en medio de la explanada, seguidos por la irrupción de numerosos milicianos en el recinto. Este grupo de asaltantes comenzó a disparar indiscriminadamente, sumiendo a los 3,500 asistentes en el caos y la desesperación mientras intentaban escapar. Trágicamente, muchos de ellos no lograron sobrevivir a esta violenta incursión, y el ejército israelí ha registrado la cifra de más de 260 cadáveres.
El Servicio de Identificación de Víctimas de Desastres (ZAKA), una organización de voluntarios reconocida por el Gobierno de Tel Aviv y encargada de la recuperación de los cuerpos de las víctimas, ha confirmado esta escalofriante cifra en declaraciones a los medios israelíes. Este episodio representa una masacre premeditada que había sido anunciada por los testimonios de testigos que advertían desde el mismo sábado sobre el alto número de fallecidos, dado el nivel de violencia utilizado por los atacantes. Algunos de los asistentes, en su mayoría jóvenes de entre 20 y 40 años, también fueron secuestrados y llevados en vehículos y motocicletas a refugios bajo control de Hamás.
El anuncio de ZAKA ha conmocionado profundamente a la sociedad israelí, evidenciando la brutalidad de la incursión planeada por los milicianos palestinos, quienes no dudaron en abrir fuego indiscriminado contra adolescentes y parejas jóvenes que huían de las explosiones. Este lunes, las escenas de tragedia se repiten entre los familiares de cientos de asistentes que aún permanecen el lugar.