Cuando se habla de volcanes en Heredia, el nombre Barva suele ser protagonista. Sin embargo, pocos saben que hacia su vertiente norte se levanta silenciosamente otro gigante: el volcán Cacho Negro, una joya geográfica poco conocida pero llena de misticismo, belleza y valor ecológico.
Ubicado en la Cordillera Volcánica Central, entre el cantón de Sarapiquí y el distrito de Vara Blanca, el Cacho Negro se eleva hasta los 2.150 metros sobre el nivel del mar, presentando una silueta inconfundible gracias a su cima puntiaguda, que asemeja un cuerno y le da su peculiar nombre.
Características según vulcanólogos costarricenses
- Tipo y estructura: El Cacho Negro es un estratovolcán de forma cónica, con una altitud de 2.150 metros sobre el nivel del mar y una altura edificada de 1.550 metros. Su morfología incluye profundos barrancos que han erosionado su cráter principal, abriéndolo hacia el noroeste. Además, presenta uno o dos conos parásitos reconocibles, y varias coladas de lava que sobresalen en la topografía, indicando actividad volcánica pasada .
- Composición geológica: Está constituido por coladas de lava andesíticas basálticas y depósitos piroclásticos. Aunque es un volcán poco estudiado, su formación se dio dentro de la estructura caldérica del volcán Barva .
- Actividad volcánica: No existen registros de actividad eruptiva en tiempos históricos, y no se ha determinado científicamente su último período eruptivo. Sin embargo, se ha documentado la presencia de actividad volcánica secundaria, como fuentes termales, aunque su ubicación precisa y características no han sido estudiadas debido a la difícil accesibilidad del terreno .
- Estado actual y vigilancia: El Cacho Negro se considera un volcán dormido. No se conoce si posee actividad residual como fuentes termales activas, solfataras o microsismicidad. Actualmente, no cuenta con sistemas de vigilancia volcánica, y el riesgo volcánico es mínimo al estar en una región selvática .
- Ubicación y protección: El volcán se encuentra dentro del Parque Nacional Braulio Carrillo, una de las áreas protegidas más extensas de Costa Rica, lo que contribuye a la conservación de su entorno natural y limita el acceso humano, preservando su estado prístino .
El Cacho Negro, aunque menos conocido que otros volcanes costarricenses, representa un importante componente del paisaje geológico y ecológico del país. Su estudio y conservación son esenciales para comprender mejor la dinámica volcánica de la región y preservar su biodiversidad única.
Este estratovolcán inactivo, aunque carente de registros eruptivos recientes y de monitoreo científico activo, forma parte del Parque Nacional Braulio Carrillo, una de las áreas protegidas más extensas del país. En este entorno de selva tropical virgen, la presencia del Cacho Negro es casi fantasmal, emergiendo entre nubes y árboles como un guardián silente del bosque.
La riqueza ecológica que lo rodea es inigualable: dantas, jaguares, monos, quetzales y una variedad sorprendente de especies endémicas encuentran en sus faldas un refugio natural. Debido a esto, el ingreso al volcán está estrictamente prohibido, tanto para proteger su ecosistema como para evitar el impacto humano en un entorno de gran fragilidad ambiental.
No obstante, durante los días despejados del verano, el Cacho Negro se deja ver desde la llanura norteña de Sarapiquí, regalando a locales y turistas una postal escénica impresionante. Su imagen, majestuosa y serena, se recorta contra el cielo azul y las nubes, recordando la fuerza ancestral que dio forma al relieve de esta región.
A pesar de su cercanía con centros de población como Puerto Viejo de Sarapiquí y San Miguel, este volcán permanece como un tesoro poco explorado en el imaginario nacional. Su valor no solo es natural, sino también simbólico: representa la resiliencia del bosque, la importancia de conservar los recursos naturales y el potencial de Sarapiquí como destino de ecoturismo responsable y contemplativo.
El Cacho Negro, aunque distante, invita a ser admirado desde lejos, sin alterar su equilibrio. Es un recordatorio de que, en Costa Rica, aún existen lugares mágicos y silvestres, cuya grandeza se manifiesta en la armonía de lo intacto.
Foto por Costa Rica Salvaje