Por Redacción Ambiental
En lo profundo de las selvas tropicales de Centroamérica habita una joya viviente que parece salida de una obra de arte surrealista: la rana arborícola de ojos rojos (Agalychnis callidryas). Su intensa mirada carmesí no solo cautiva por su belleza, sino también por su extraordinaria adaptación evolutiva.
A diferencia de los humanos, esta rana no parpadea con párpados. En su lugar, despliega una membrana nictitante translúcida, una especie de velo ocular que se extiende como una cortina multicolor. Este delgado recubrimiento —con tonos dorados, rojizos y líneas negras— actúa como un filtro biológico, que permite a la rana seguir observando su entorno mientras protege sus ojos de la luz solar intensa, el polvo y los pequeños escombros de la selva.
Más allá de su función protectora, este “vitral viviente” es un mecanismo de defensa. Cuando la rana cierra sus ojos parcialmente con esta membrana, el efecto visual resulta confuso para algunos depredadores. Ese instante de desconcierto puede ser suficiente para que el pequeño anfibio salte a la seguridad de la espesura.
Pero los trucos visuales no terminan ahí. La Agalychnis callidryas también carece de glándulas lagrimales, por lo que usa su lengua para limpiar sus ojos, una conducta poco común que añade aún más misticismo a su ya impresionante anatomía. Cada vez que ejecuta este gesto, revela lo que parece una pintura tribal en miniatura: una composición natural digna de un lienzo artístico.
Esta rana, ampliamente distribuida en países como Costa Rica, Nicaragua y Panamá, es un ícono de los bosques húmedos y un símbolo de la biodiversidad tropical. Sus colores brillantes —verde lima en el cuerpo, patas anaranjadas y ojos intensamente rojos— también cumplen una función de advertencia: le dicen al mundo que no es una presa fácil.
Científicos y conservacionistas han elogiado a esta especie como un ejemplo perfecto de cómo la evolución no solo optimiza la supervivencia, sino que también puede crear belleza funcional. En un mundo que tiende a separar arte y ciencia, la rana de ojos rojos nos recuerda que la naturaleza lleva millones de años perfeccionando ambas disciplinas.
En cada parpadeo de esta criatura, se esconde una historia de adaptación, camuflaje y estética. Un microcosmos de lo que hace única a la vida en las selvas tropicales: un equilibrio entre lo útil y lo sublime.