”El es un adulto y deberá responder por sus cosas” dijo en su momento su madre

De la cima del Poder Judicial a una posible extradición por narcotráfico: el ascenso y caída de Celso Gamboa

San José — Celso Gamboa Sánchez, exmagistrado de la Sala Tercera, exfiscal, exministro y uno de los rostros más conocidos del aparato judicial costarricense en la última década, se enfrenta a la etapa más oscura de su trayectoria: su posible extradición a Estados Unidos por supuestos vínculos con el narcotráfico.

Este giro dramático en su vida marca un contraste brutal con la imagen de funcionario eficiente, ambicioso e hiperactivo que construyó durante años en la función pública. Hijo de la exministra de Justicia y Paz, Cecilia Sánchez, Gamboa parecía destinado a consolidarse como uno de los hombres fuertes del derecho penal costarricense. Sin embargo, hoy su figura está ligada a escándalos judiciales, pugnas políticas y ahora, según las autoridades, a estructuras criminales de alcance internacional.

De fiscal de barrio a jerarca nacional

Gamboa nació y creció en los barrios del sur de San José. Su niñez transcurrió entre San Rafael Abajo de Desamparados y Sagrada Familia, donde —como él mismo ha contado— fue testigo de violencia, pobreza y exclusión. Fue conserje y conductor de reos en el Poder Judicial, y desde esas trincheras tempranas inició un ascenso inédito.

Se formó como abogado en universidades privadas, egresado de la Universidad Libre y titulado por la Universidad Federada. Luego obtuvo una maestría en Criminología en la UNED. Siempre defendió su formación no tradicional y afirmaba que, pese a no haber pasado por la Universidad de Costa Rica, tenía la “robustez necesaria para administrar justicia penal de calidad”.

Su enfoque fue siempre pragmático. Se definía como “cientista criminal” antes que jurista. Su carrera pública arrancó con fuerza en 2011 cuando, siendo fiscal en Limón, fue nombrado viceministro de Seguridad por la entonces presidenta Laura Chinchilla. Luego dirigió la DIS, fue viceministro de la Presidencia y se convirtió en ministro de Seguridad Pública con Luis Guillermo Solís.

En 2015 pasó a ser fiscal general adjunto y en 2016 fue electo magistrado de la Sala III a los 39 años, con un apoyo político contundente en la Asamblea Legislativa. Su ascenso fue meteórico, pero no exento de controversia.

Cementazo y caída

La imagen de Gamboa comenzó a deteriorarse con el escándalo del “cementazo”, un caso de tráfico de influencias en torno a un préstamo millonario otorgado al empresario Juan Carlos Bolaños. Aunque Gamboa nunca fue condenado, sí fue suspendido por tres meses por sus propios compañeros magistrados, lo que marcó el inicio de su caída pública.

Su madre, Cecilia Sánchez, entonces ministra de Justicia y Paz, no escondió su dolor por esa suspensión. “Es complicado, yo sé que es un adulto y tendrá que responder por sus cosas, pero no deja de ser doloroso. Realmente es muy doloroso para todos”, dijo en su momento.

Pese al golpe, Gamboa intentó recomponer su imagen. Volvió a la esfera pública en algunos espacios locales y políticos, incluso fue designado como presidente de la Comisión de Fiscalización de Obra Pública de la Municipalidad de Pococí, cargo que ostentaba al momento de su detención.

Los vínculos con el crimen organizado

El 2025 marcó un punto de no retorno en su historia. Gamboa fue detenido por la Policía Judicial bajo cargos relacionados con narcotráfico y ahora enfrenta una posible extradición a Estados Unidos, donde, según fuentes judiciales, habría sido parte de una estructura que facilitaba el movimiento de droga a través del país.

Los detalles del caso aún no se han hecho públicos en su totalidad, pero fuentes vinculadas al expediente señalan que Gamboa habría usado su influencia y conocimiento del aparato judicial para encubrir o facilitar operaciones del narcotráfico. Su cercanía con figuras del poder, su conocimiento del sistema y su historial como fiscal, lo habrían convertido —según las acusaciones— en un actor valioso para las organizaciones criminales.

La detención sacudió a todos los sectores políticos y judiciales. La figura del “cientista criminal”, admirado por algunos y criticado por otros, se convirtió en una más de las que cruzan la línea entre legalidad y crimen.

Una vida entre luces y sombras

Quienes trabajaron con él lo describen como un hombre hábil, rápido para leer el contexto político y sin miedo a tomar decisiones. Otros lo recuerdan como una figura autoritaria, vertical y polarizante. Su breve pero intensa carrera pública estuvo marcada por decisiones controversiales, como la toma de los muelles en Limón durante la huelga sindical de 2014 o su actuación como viceministro durante la represión de la protesta del 8 de noviembre de 2012, donde aún hay sectores que lo señalan como responsable.

Gamboa siempre se ha defendido: “Nunca he sido policía, he sido un cientista criminal”. También decía que su pensamiento estratégico estaba influido por la “teoría de los juegos” del matemático John von Neumann, a quien admiraba profundamente. Esa lógica lo habría llevado a moverse con astucia en los pasillos del poder, tanto en la política como en el Poder Judicial.

¿Final o nuevo capítulo?

Mientras se define su situación legal, Celso Gamboa permanece bajo custodia judicial. El proceso de extradición a Estados Unidos podría concretarse en los próximos meses, según ha trascendido. Si es hallado culpable, su historia cerrará con una ironía dolorosa: el hombre que soñó con ser magistrado desde que sacaba la basura del edificio judicial, podría terminar sus días entre barrotes, acusado de haber traicionado todo aquello que juró defender.

Para su familia, en especial su madre, la exministra Cecilia Sánchez, el episodio representa una tragedia personal. “No deja de ser doloroso. Es algo que nos duele a todos”, dijo años atrás. Palabras que hoy resuenan con más fuerza y tristeza que nunca.