Don Cosme, un ángel que dejó huella de servicio y amor en San Carlos

San Carlos.— Hay personas que pasan por el mundo dejando huellas tan profundas que ni el paso del tiempo ni el silencio de la muerte logran borrar. Así fue la vida de Don Cosme Mejías Kosckmy, un sancarleño ejemplar que dedicó cada uno de sus días a servir con amor, humildad y entrega a los demás.

El Grupo Preservador de Tradiciones Sancarleñas, del cual fue miembro distinguido y amigo entrañable, se unió en oración tras su partida.

Doña Mayra Barquero, recopiló una semblanza de su obra de su huella de amor en el cantón que lo vio nacer y que sirvió hasta sus últimos días

“Siempre estarás en nuestro corazón, Don Cosme. Gracias por tu testimonio de vida, por tu ejemplo y por el legado invaluable que dejas a las futuras generaciones”, expresó el grupo en un emotivo mensaje de despedida.

Un hombre forjado en valores y sencillez

Don Cosme nació el 27 de septiembre de 1930, en el tranquilo poblado de San Rafael de Platanar, en una época en que el trabajo duro y la solidaridad eran la base de toda familia. Fue hijo de don Ramón Mejías Steller y doña Crismilda Kosckmy Cascante, quienes criaron a doce hijos bajo el ejemplo de la honradez, la fe y el esfuerzo diario.

De su madre heredó la sensibilidad y la empatía hacia los más necesitados. “De los pobres nunca se olviden”, repetía ella con firmeza, y aquel consejo se convirtió en una especie de promesa de vida para Don Cosme. De su padre aprendió a leer y escribir, y fue ese mismo afán autodidacta el que lo acompañó siempre, enseñándole que el conocimiento es un camino que se recorre con voluntad.

A los 23 años, contrajo matrimonio con doña María Eugenia Ugalde Rodríguez, maestra pensionada y compañera de toda la vida. Con ella compartió el amor por la educación y la vocación de servicio. Juntos formaron una familia marcada por la unión y los valores cristianos, junto a sus hijos Ronald, Lorena y su hijo adoptivo Javier.

Sastre de oficio, maestro de corazón

A los 19 años, Don Cosme encontró en la sastrería una forma de vida y, más aún, un medio para servir. Durante 25 años confeccionó trajes, remendó ropa y reparó máquinas, pero lo hizo siempre con el alma puesta en ayudar. Enseñó el oficio a mujeres en situación de pobreza, recorrió comunidades rurales ofreciendo sus conocimientos y, junto con un grupo de profesionales, impartió cursos voluntarios en Monterrey, Pital, Venecia y Ciudad Quesada.

Su aguja no solo cosía telas, también unía esperanzas. Con cada puntada sembraba dignidad y con cada consejo, dejaba una lección de vida.

Servir fue su vocación

La lista de obras que llevan su sello es tan amplia como su corazón. Desde joven formó parte de la Cámara Junior de San Carlos, organización que moldeó su espíritu comunitario y que le dejó un lema que lo acompañaría hasta sus últimos días:

“Servir a la humanidad es la mejor obra de una vida.”

Fue miembro durante 25 años de la Junta Directiva de la Escuela de Enseñanza Especial, impulsó la construcción del jardín infantil que luego se transformó en el CINAI, y fue chofer voluntario de la Cruz Roja por más de ocho años. Sin salario, sin horario, sin descanso… solo con la satisfacción de ayudar.

Cuando vio la necesidad de un espacio para los jóvenes que debían viajar largas distancias para estudiar, creó el Hogar de Estudiantes de la Iglesia Metodista, donde brindó alojamiento y alimento a quienes más lo necesitaban. Más tarde, impulsó el Hogarcito, junto a su gran amigo don Esteban Benavides Mora, para proteger a niños en condición de abandono.

Su generosidad también quedó plasmada en el Hogar de Paso, un proyecto que nació al ver familias dormir en los pasillos del Hospital San Carlos. “Desde que empezamos, nunca faltó nada. Dios siempre proveyó”, solía decir. Con el apoyo de la comunidad, los clubes de servicio y la Iglesia Metodista, aquella idea se convirtió en un refugio lleno de fe y esperanza.

Un líder silencioso y constante

Don Cosme no buscó nunca reconocimientos, pero los méritos lo encontraron. Participó activamente en la Asociación de Amigos del Hospital San Carlos, en la Junta de Salud, en las juntas directivas de la Escuela Juan Chaves Rojas y el Colegio Nocturno, y fue parte de los consejos de administración de COOCIQUE y COOPELESCA por más de dos décadas.

Su vida fue una mezcla perfecta de acción y humildad: hacía sin alardear, ayudaba sin esperar, servía sin cansarse. Quienes lo conocieron coinciden en que su bondad era genuina, su palabra firme y su sonrisa, un bálsamo en medio de las dificultades.

Un homenaje en vida, una memoria eterna

El 12 de mayo del 2012, el Grupo Preservador de Tradiciones Sancarleñas le rindió un homenaje en vida, reconociendo su entrega y su incansable trabajo por el bienestar del cantón. Aquella tarde, entre aplausos, abrazos y palabras de gratitud, Don Cosme se mostró emocionado, pero sereno, como quien sabe que ha cumplido con su deber.

Hoy, tras su partida, San Carlos despide no solo a un hombre bueno, sino a un ángel que caminó entre nosotros. Su ejemplo queda grabado en cada institución que ayudó a construir, en cada familia que apoyó y en cada persona que aprendió de su humildad.

El Grupo Preservador de Tradiciones Sancarleñas lo resume mejor que nadie:

“Mil gracias por tu testimonio de vida, por ser un modelo para las futuras generaciones. Tu legado es invaluable, Don Cosme. Nos dejas un ejemplo que ilumina y enseña que servir, siempre, es el camino correcto.”

Descanse en paz Don Cosme Mejías Kosckmy, un ángel sancarleño cuya vida fue un acto permanente de amor.