Muchos aún recuerdan con nostalgia aquellos momentos simples pero llenos de alegría: cuando se disfrutaba una melcocha de coco con un vaso de agua fría, y aquello sabía a pura felicidad. Eran tiempos en los que lo cotidiano tenía sabor a fiesta.
Lo más emocionante era cuando, al desenvolver el papelito con la estrellita, aparecía la palabra “premiada”. En ese instante, la sonrisa era inevitable y la celebración continuaba con más ganas. No había regalos costosos ni tecnología, solo un dulce tradicional, la ilusión de ganar, y el calor de las reuniones familiares o de barrio.
La melcocha de coco no solo era un confite; era parte de la cultura popular, de las pulperías de antes, de las fiestas patronales y de esas pequeñas tradiciones que unían a la gente. Hoy, este recuerdo permanece vivo en quienes crecieron compartiendo esos instantes donde lo simple se convertía en inolvidable.
Un dulce, una estrella, y el corazón contento.

