Tras el genocidio Maleku, los huleros vendían en Nicaragua los indígenas en 40 o 50 pesos

La  historia de los indígenas Maleku está escrita con sangre y lágrimas por el sometimiento cruel que sufrieron, después de la entrada de los huleros nicaragüenses a las llanuras del norte de nuestro país a finales del siglo XIX.

Se calcula que la población Maleku antes que llegaron los huleros era de 6 mil almas y al final sólo quedaron 250 indígenas.

Luego que escaseo el hule  entre 1880 y 1902 en el sector de Guatuso, los buscadores de hule nicaragüenses,  empezaron a traficar con los indios Maleku, los cuales eran vendidos en tierras nicas con un precio de entre 40 a 50 pesos.

Lo anterior se desprende los escritos de Monseñor Bernardo Augusto Thiel, segundo obispo de San José que incursionó  en las tierras inhóspitas de las llanuras del Norte a finales del siglo XIX con el fin de evangelizar las tribus de indígenas Maleku que habitaban Guatuso y parte de la rivera del Río Frío.

Esta  información  es parte de la “Transcripción de originales del Archivo Eclesiástico de la Curia Metropolitana”, realizado por Ana Isabel Herrera Sotillo, cuyas presentación y notas fueron escritas por  Presbítero e historiador  Miguel Picado G.

De acuerdo con la crónicas de Thiel los huleros traficantes de indígenas Maleku eran llevaron a Nicaragua. Eran  500 indígenas, de los cuales, más de la mitad murió  a consecuencia de los maltratos y del cambio de clima.

“Mientras escribo estas líneas puede haber todavía unos 150 a 200 indios en diferentes puntos de Nicaragua. El precio de un indio es de 40 a 50 pesos. Ahora que el hule ya comienza a escasear, el tráfico de carne humana ha tomado algún incremento. Los indios están enteramente atemorizados. No tienen armas para defenderse contra los huleros nicaragüenses, ni más lugar seguro en su territorio, ni para sí, ni para sus hijos”, relata el obispo.

Abandonaron los palenques

Se narra que los  grandes palenques que antes tenían  indígenas y en los cuales vivían con toda comodidad los había  abandonado, retirándose a los bosques y viviendo en chozas pequeñas. “Un gran número de ellos ha muerto en los últimos años, especialmente en los meses de lluvia, porque expuestos a todas las variaciones del clima, sin tener casas en  qué vivir, han sucumbido pronto a las calenturas y fiebre”.

Los huleros robaban   los hijos de los indígenas, los cuales eran  llevados  al Fuerte de San Carlos. “Aquí encontraron personas que compraron  estos  indios y entonces, llevados por la codicia, establecieron un comercio de esclavos, principalmente de niños que robaron con mil atrocidades a los pobres indios”,  describe Thiel

“El diario de mi viaje a los guatusos suministra abundantes pruebas de todo lo que acabo de referir. Desde el momento en que la Divina Providencia me ha puesto a la cabeza de la diócesis he pensado seriamente en atraer a la civilización y religión a todos los indios salvajes que se encuentran en nuestra República. Por esto, después de haber  recorrido los diferentes palenques de los indios talamancas y chirripóes y la costa de Pirrís, me resolví a hacer una entrada en el territorio de los guatusos a los cien años cabales de haberlos visitado el obispo Tristán. Considerando los diferentes caminos que se me presentaban para llegar al país de los indios guatusos.

De acuerdo a las Transcripciones entre las diferentes tribus indígenas que ocupaban el territorio nacional a finales del siglo XIX,  los indígenas Maleku,  eran los menos conocidos. Vivían  dispersos en las faldas del cerro Pelado, del Tenorio y en la orilla de los afluentes del Río Frío, principalmente entre el Pataste, la Muerte, la Cucaracha y el Venado.

Narra el obispo Thiel que en febrero de 1782 el Obispo de Nicaragua y Costa Rica, don Esteban Lorenzo de Tristán intentó incursionar a estas a las tierras de los guatuso, pero la expedición no tuvo resultado ninguno:  dos  sirvientes del Obispo  fue herido y muerto a flechazos uno de los sacerdotes que lo acompañaban.

 Según el obispo  que don Trinidad Salazar, comandante de la fortaleza de San Carlos, entró por el Río Frío con gente armada; pero fue derrotado por los indios, habiendo sido gravemente herido el mismo Salazar y la mayor parte de su gente. Desde entonces hasta el año 1856 quedaron los indios enteramente tranquilos. La tradición refiere que en diferentes épocas tres sacerdotes nicaragüenses, entraron en su territorio sin lograr ningún resultado. En tiempo de la guerra de los filibusteros, fueron algunos  soldados en busca del Castillo del río San Juan, atravesaron parte del territorio de estos indios, y habiendo sido recibidos a flechazos, se retiraron los soldados, siendo heridos algunos de ellos que todavía viven.

En el año de 1869 el coronel don Concepción Quesada, entró por las faldas del cerro Tenorio en el territorio de los guatusos, llegó hasta El Venado, recorrió una parte de sus palenques y plantaciones, y viéndose atacado por los indios, con el fin de no causarles daño ninguno, se retiró por el mismo camino. Abundaban en nuestros días diferentes relaciones nada fundadas sobre el origen, carácter y costumbres de los indios guatusos, a los cuales se añadieron las relaciones de los pocos viajeros que se habían internado en su país  y de este modo la mayor parte de los habitantes del interior se habían formado un concepto falso, de esta parte de los aborígenes de nuestro suelo.

Bernardo Augusto Thiel H., se desempeñó como segundo obispo de San José, de 1880 a 1901. Pertenecía a la Congregación de San Vicente de Paúl y había nacido en Alemania, en 1850. Fue ordenado a los treinta años de edad y ocupó la sede por veintiún años. Se distinguió como misionero, confesor, impulsor de obras de caridad, historiador e inspirador de transformaciones sociales.

Los originales de la relación completa de sus viajes pastorales se conservan en el Archivo Eclesiástico de la Curia Metropolitana. Doña Ana Isabel Herrera Sotillo, reconocida investigadora, los transcribió cuidadosamente y la Editorial Tecnológica de Costa Rica, los convirtió en libro con el título de “Monseñor Thiel en Costa Rica”. Visitas pastorales 1880-1901.Anuncios

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8 comentarios en “Tras el genocidio Maleku, los huleros vendían en Nicaragua los indígenas en 40 o 50 pesos”

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  7. Humberto Aguilar A

    No debemos fundamentarnos en estos lamentables hechos históricos para calificar de buenas a primeras que los «incas han sido siempre enemigos» de nuestro país. Hay que considerar quienes eran los esclavistas incas. De seguro eran hacendados criollos(españoles nacidos en tierras nicaragüenses) o sea ricachones, estos si siempre han hecho daño en todas partes.

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