A raíz de la muerte de un menor en Liberia debido a que inhaló un microorganismo, también llamada, “ameba come cerebro”, la Universidad de Costa Rica (UCR) el Ministerio de Salud, ha empezado a hacer estudios sobre esta ameba, presente en aguas termales, quebradas, ríos y lagunas de nuestro país.
En esta ocasión, son dos investigadoras de la Facultad de Microbiología de la UCR, quienes en estos momentos trabajan para descubrir la presencia de este peligroso microorganismo en diferentes centros turísticos de Guanacaste, detalla un artículo de UCR.
Ellas son la Dra. Elizabeth Abrahams Sandí y la Dra. Lissette Retana Moreira, ambas del Departamento de Parasitología. Su labor la hacen en conjunto con el asistente de laboratorio, el Sr. Dennis Camareno.
¿El objetivo final? Saber con una mayor certeza científica si esta ameba habita en los lugares de estudio y así fortalecer las medidas preventivas efectuadas en los últimos días.
“La UCR realizó el muestreo en nueve piscinas y nacientes de aguas termales de Guanacaste el 08 de enero de 2020, específicamente en Bagaces, en la zona de Guayabo. De cada piscina se sacaron cinco litros para un total de 45 recolectados. Esta labor se hizo en compañía de tres funcionarios del Ministerio”, afirmó la Dra. Elizabeth Abrahams a la UCR.
Adicional a lo anterior, el proceso de muestreo también fue fortalecido mediante un “torundeo”, que es recolectar indicios con una pelota de algodón envuelta en gasa. Esto permite ir más allá de las piscinas y aumentar la certeza de los resultados.
“La torunda se pasó sobre diversas superficies y se colocó en un tubo de vidrio para posteriormente hacer el aislamiento en el laboratorio. El propósito con esto fue recuperar los organismos que están a los alrededores, más allá del agua de las piscinas, donde había sospechas que podría estar N. fowleri. Con este otro método, en total fueron 21 muestras obtenidas de diferentes puntos, incluso de tierra”, indicó la Dra. Lissette Retana Moreira, también parasitóloga de la UCR.
Las muestras ya están siendo procesadas en el laboratorio y estarán sujetas a estrictas pruebas. Una es la de filtración, cuyo material restante luego se sembrará en una placa suplementada con la bacteria Escherichia coli, comida para la ameba. Si la Naegleria está presente, ella buscará alimentarse de la E. coli y las científicas podrán ver su desplazamiento.
“Con la aplicación de los ensayos, primero buscaremos la ameba y, si los resultados salen positivos, se procederá a confirmar a nivel molecular que sea de la especie fowleri. Nuestros reportes van a indicar si se observan o no amebas en el agua recolectada en ese momento. En caso de que no se observen en la muestra, no se descarta la presencia de la N. fowleri en las piscinas”, dijo Abrahams a la UCR
Hallazgo ya comprobado
Hay dos formas de declarar un punto de infección. El primero es a nivel epidemiológico y la otra es mediante pruebas de laboratorio.
El lugar de infección por N. fowleri ya está validado a nivel epidemiológico, es decir, por la historia clínica del paciente.
Lo que ahora sigue son las pruebas de laboratorio de la UCR. Si en el resultado no se observan amebas, significa que el microorganismo podría estar en pocas cantidades o ausente del todo.
Sin embargo, lo que es necesario tener presente es que, aún en ausencia de amebas, las piscinas de agua termal siempre serán un sitio adecuado para que la N. fowleri prolifere.
Ameba mortal
La N. fowleri es un microorganismo que pertenece al grupo de los protozoarios (formados por una sola célula) denominados de ‘vida libre’.
Esto último indica que son capaces de vivir y replicarse en el medio ambiente sin necesidad de un hospedero. Además, es capaz de subsistir hasta en los ambientes más inhóspitos y reproducirse de manera rápida.
¿Su alimento preferido? Las bacterias de su entorno. Pero, si las condiciones se lo exigen, puede también comportarse como un parásito con tal de sobrevivir.
Que una persona adquiera ese organismo es muy difícil. La obtención ocurre cuando el agua penetra las fosas nasales, generalmente al momento de sumergirse en aguas cuyas temperaturas son cercanas o superiores a los 46°C.
“Las amebas son sorprendentes. En los ambientes más difíciles, ellas se transforman en una estructura de alta resistencia llamada quiste. Ya, en un ambiente más favorable, ellas se abren y vuelven a su estado natural. Durante el proceso infeccioso en una persona, la ameba se reproduce rápidamente. Esto hace que la defensa realizada por el sistema inmunológico sea, prácticamente, una batalla perdida”, amplió Abrahams.
Calentamiento global incide
Según Mayo Clinic, el tratamiento primario para la infección es un medicamento conocido como anfotericina B destinado a matar las amebas. Otro fármaco que cobra importancia es la miltefosina.
En el campo de la parasitología, hay evidencia científica que señala el calentamiento global como uno de los cómplices para que las poblaciones de parásitos aparezcan. En las amebas no hay esa certeza, pero se sospecha que podría influir debido a que las altas temperaturas favorecen su reproducción.
Ataque fulminante
Cuando la N. fowleri ingresa al cuerpo, lo que hace es viajar por las vías nasales en busca de alimento. Como no encuentra bacterias para consumir, la única opción que tiene es subir, atravesar una barrera ósea conocida como placa clinoide y alojarse en el cerebro.
Casi inmediatamente después de su ingreso, el protozoario inicia un proceso de meningitis ?infección de las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal? divido en dos etapas. La primera es un severo dolor de cabeza frontal, fiebre, naúseas y vómitos.
La fase dos se caracteriza por rigidez en el cuello, convulsiones, estado mental alterado, alucinaciones y el coma. En promedio, el proceso infeccioso dura 15 días, o menos, antes de una muerte que médicos y científicos describen como “aguda y fulminante”.
“La evidencia señala que la ameba lo que hace es destruir las neuronas por fagocitosis, que es cuando su membrana rodea las partículas sólidas y las introduce en su interior. También, la ameba puede inducir la muerte celular por contacto. Con esto último, ella luego absorbe los fragmentos de la célula”.
“Ahora bien, lo que causa la muerte del paciente es el proceso inflamatorio que origina la presencia de un microorganismo que no debería estar ahí. El cerebro y las meninges son muy sensibles a ese proceso, por lo que causa mucho daño al tejido y la muerte. A nivel científico, a la ameba no se le recomienda llamarla ‘come cerebros’, sino siempre por su nombre N. fowleri”, explicó el Dr. Fernando García Santamaría, vicerrector de Investigación de la UCR.
Articulo publicado por UCR: