Por Evaristo Arce, reportero rural.
El regidor y líder comunal pitaleño Evaristo Arce, no lleva a conocer un personaje de la bajura pitaleña. Un personaje pintoresco, salido de nuestras tierras: bromista, parlanchin y pícaro.
Con un narrativa descriptiva, humorística y llena de imágenes, Arce da conocer este personaje vecino de la Trinchera de Pital:
-«Don Jorge Vargas, también conocido como Tarantas, ¡por algo será…!
Dice que tuvo cinco hermanos, Eduardo (Paneso), Edgar (Guega), Arley (Pitusa), Vin y Hugo.
Nació en Puerto Escondido de Pital. A la edad de un año sus papas lo llevaron a vivir a la comunidad El Palmar donde creció, se casó y tuvo dos hijas.
También Vivió en El Saíno.
En Castelmare pasó un buen tiempo donde se ganó el cariño de los vecinos. Todos los años hacía rifas y pedía donaciones para hacerles una humilde fiestecita a los niños en época de navidad.
Ahora vive en el bonito pueblo La Trinchera de Pital.
Dónde ha vivido, siempre tiene una huerta casera , ahí hay de todo para la olla de carne.
-El finado «Cachucha» fue quien le puso el sobrenombre de Tarantas. Jorge cuenta que cortó un inmenso árbol de Almendro en lo alto de un cerro. Ya caído en el suelo, le despuntó al final de las ramas, pero éste se vino rodando cerro abajo casi aplastando la casa donde vivía su hermano Vin.Desde ahí le pusieron Tarantas.
-Curiosamente Jorge trabajó cuatro años en la Municipalidad de Alajuela chapeando el césped y cuidando el jardín del Parque Juan Santamaría, allá le decían solo San Carlos.
Cuando estaba más joven les gustaba montear y hacer cuantas maldades podían.
-Cuenta que un día andaban de montea, Vin, que era el hermano más serio y formal, iba adelante por un trillo de la montaña, algo separado del resto porque no le gustaba para nada las bromas de sus hermanos, y valla bromas que se inventaban. Unos metros atrás caminaba Jorge, Guega y los otros hermanos.
-Resulta que Jorge había recogido una guayaba bien grande y podrida del potrero,de esas que son de cáscara delgada , color verde pálido amarillo, medio rosa tirando a rojo , pulpa blanca cremosa y anaranjada con muchas semillitas duras y un fuerte aroma.
La llevaba escondida.
Se puso de acuerdo con Guega, ¡Par de cómplices!
-Jorge, le lanzaría bien fuerte la guayaba a Vin, calculando la cabeza, y Guega disparaba un tiro de escopeta al aire.
La broma quedaba más bonita en media montaña porque el tiro hace mas estruendo.
Fijo, le salió muy bien la broma.
Cuando Jorge le lanzó la guayaba, de casualidad en el momento que Guega soltó el tiro al aire, Vin volvió a ver atrás y la guayaba a gran velocidad se le esponjó en el puro ojo…
El tiro de escopeta estremeció la montaña, Vin del susto, y del impacto de la guayaba cayó al suelo de un solo golpe, se agarraba el ojo mientras pegaba gritos asustado diciendo que lo habían matado…cuentan que era un embarrijo rojizo con caldo de guayaba en toda la cara y pecho.
Vin se retorcía en el suelo a dos manos en la cara…
Ni les cuento lo bravo que se puso cuando medio pudo ver y sintió olor a guayaba.
Todos se revolcaban de la risa de ver al pobre Vin. Pero la vieron fea, Vin cogió el machete y les pego semejante carrera, sí los alcanza los hace picadillo…, de hecho, se regresó de la montea sumamente enojado, en un mes no les volvió hablar.
Es que Guega y Paneso eran terribles también para las bromas pesadas, nadie se podía descuidar ni el mínimo momento.
-Un día Guega me llevó a un entierro a Venecia,yo creo que al propio se equivocó de funeral y nos metió donde había muerto otra persona..
Parecíamos tontillos sin conocer a nadie.
-Cuenta Guega que él tenía una lora en la casa que hablaba mucho, súper vulgar y despachada.
Cuando llegaban visitas pasaban cada vergüenza… “Hay veniiis tal por cual, muerto de hambre, les gritaba encima de un naranjo.” Se ponía obstinada que llegara gente a la finca.
-Para peores conocía muy bien a los vecinos… los madreaba mencionando sus nombres, no permitía que nadie se arrimaran a la casa, se ponía toda eriza y se lanzaba de ataque picoteando a las visitas.
-Cuenta Guega que un día vieron que venía Don Pepe Arce del Saino. Pepe, un señor muy decente, bien vestido, predicador evangélico, Biblia en mano, seguro venía a predicarles un rato…
Cuando se acordaron de la lora se agarraron la cabeza, ¡Qué vergüenza!.
Todos volvieron a ver el palo de naranjo, la lora estaba eriza con los ojos inflados parada de puntillas en la rama del árbol, “Ya veniiis pedazo de tal por cual, muerto de hambre, jale, jaale de aquí» , le gritaba la lora.
Don Pepe Arce disimulaba mientras silbaba un corito cristiano.
Como Don Pepe seguía caminando, la lora le gritaba todas las vulgaridades que pudo.
Dice Guega que Don Pepe todo acongojado le decía, “Lorita, lorita, no diga eso, diga ¡Amén!… Lorita, diga ¡Amén!”
Pero qué iba entender nada de religión, se lanzó encima enfurecida, Don Pepe se agachaba contra él suelo pero le anduvo aruñando las orejas.
La lora le gustaba montear…
Se hizo amiga inseparable con el perro de cacería. Donde iba el perro, iba la lora.
Cuando salían de montea, la lora acompañaba el perro en la montaña, volaba de árbol en árbol atojando al perro… ¡Cuuuaa cuuua…!, ¡Aquí va, aquí va, gritaba la lora emocionada!
La lora se hizo tan buena monteadora que a veces iba adelante del perro y encontraba primero el tepezcuintle, cuando el perro llegaba ya la lora estaba metida en la cueva sacando tierra , hasta había aprendido a ladrar…»
¡Después les cuento más…!