El Resguardo Fiscal existió a mediados del siglo XX: Se les temía y respetaba porque eran capaces de torturar

En nuestro país el Resguardo Fiscal marco un antes y un después de nuestros actuales cuerpos policiales.

En las zonas rurales y la Zona Norte del Costa Rica, el Resguardo Fiscal, cumplía una labor muy importante en la seguridad de nuestros pueblos para mantener el orden, en tiempos que se carecían de medios de comunicación y vehículos. El patrullaje se realizaba a caballo.

Eduardo González Ayala, historiador en una investigación llamada: “Seguridad y Policía en Costa Rica Posterior a la Guerra Civil de 1948” señala:

“Existía en las décadas de 1950 y 1960 la llamada Policía de Resguardo Fiscal, entidad que cumplía diversas funciones, entre las más importantes estaban: el control del comercio ilegal, supervisión de medidas y pesos, venta de licores, entre otros.

Según el historiador este ente policial era el más temido por su eficiencia y autoridad, decomisaba todo tipo de mercancía que no cumpliera con las especificaciones e imponía respeto;18 además podía operar en regiones alejadas del Valle Central, si era necesario.


Prestaba servicio también la Policía de Villas y Pueblos, encargada de la vigilancia en las comunidades y de resolver asuntos relacionados con disputas de la propiedad. Este cuerpo era encabezado por el Agente Principal de Policía.


Dichos agentes, también llamados jueces de paz, eran sujetos con poca preparación, que en la mayoría de los casos no poseían ni siquiera estudios primarios, no sabían leer ni escribir,19 y llegaban a esos puestos por compadrazgo político. Se integraban a la población a la cual eran asignados, y buscaban ganarse la confianza de los ciudadanos, pero sus métodos eran muy arcaicos y usualmente incurrían en abusos, dada la cuota de poder que se les asignada y que debían manejar con escasa o nula preparación.


El Agente Principal de Policía devengaba además un sueldo superior al de un policía común. No obstante, los ingresos de los policías rasos eran muy bajos, y ello evidentemente incidía en su preparación y capacidad de hacer frente a circunstancias complejas. Se planteaba entonces desde los entes gubernamentales


“La imperiosa necesidad de elevar el sueldo de la Policía de Villas y Pueblos. Los Agentes Principales ganan 300.00 colones y los Policías simples (llamados auxiliares), 200.00 colones; estas sumas son las correspondientes a cada mes,y de ellas hay que hacer varias deducciones, lo que convierte el sueldo de cadaservidor en aun menos de lo dicho. No cuentan con uniformes; ni siquiera
distintivos; mucho menos armas o bastones.”


De esta forma el ministro Joaquín Vargas Gené justificaba la pertinencia de crear una Ley Orgánica para el Ministerio de Gobernación y Policía en 1961, que contemplase las carencias reales de los oficiales en su diario quehacer y les permitiese una remuneración más justa, además de una mejor preparación. Así, se evidencian las carencias de la policía en aquel entonces, al no poseer ni siquiera lo básico, que en este caso serían los uniformes.


“Lo anterior denota que los niveles de profesionalización policial a mediados del siglo XX eran muy deficientes, y ello se prestaba para abusos constantes por parte de las autoridades, como lo denuncia José León Sánchez en su libro La isla de los hombres solos: “Nadie tenía más poder que él en todo el pueblo por usar un revólver con el permiso del señor presidente. Era todo un Señor Autoridad y metía a la gente opuesta al Gobierno en un calabozo con las manos para atrás.”, señala el estudio.


La conjunción entre los intereses policiales y los del gobierno pasa por la necesidad de este último de mantener “a raya” a los opositores, que en aquel tiempo eran principalmente calderonistas y comunistas, los cuales a su vez rechazaban y criticaban el mandato de Figueres.

La población civil llegó a experimentar más que respeto, un gran temor hacia la policía, pues no era extraño que a los detenidos los golpearan o torturaran para conseguir una confesión que, dadas las circunstancias en las cuales era obtenida, usualmente no correspondía con la realidad y el reo se declaraba culpable para evitar seguir siendo maltratado o bajo promesas falaces de un trato absolutorio para un crimen que no había cometido:



“Las “confesiones” se producen, pues, estando los reos en la Academia
Militar, incomunicados y sin ninguna clase de garantías legales, a merced
de los oficiales y los detectives, quienes asumieron la tarea de hacer cantar
a los reclusos valiéndose para ello de los conocidos recursos de violencia
física, como baños helados a altas horas de la noche, punzadas de bayoneta,
presión sobre los órganos genitales, amenazas, promesas de ayuda, lecturas de
supuestas declaraciones en que un inculpado aparecía haciendo responsable
de los hechos a otro, etc (…)” detalla el estudio

Foto Principal: Tomada de San Carlos |00 años de Historia en Imágenes.