En abril de 1981 Nicaragua y su vecino protagonizaron un episodio macabro digno de Ripley que tensó las relaciones entre ambos países centroamericanos, detalla un artículo de Infobae.
Según el gobierno sandinista, los restos del héroe costarricense estuvieron 125 años sepultados en el atrio de la iglesia de San Francisco, en Rivas, Nicaragua. (Cortesía del IHNCA)
El pasado 11 de abril de 2022 se cumplieron 41 desde que el hoy dictador de Nicaragua Daniel Ortega entregó huesos de vaca y mono a Costa Rica como si fueran los restos de su máximo héroe nacional, Juan Santamaría
De acuerdo a un artículo del medio Infobae la caja mortuoria fue entregada con pompa en la frontera de Nicaragua con Costa Rica, muchos sospecharon que algo raro ocurría. Que simplemente no era posible tan oportuna coincidencia histórica.
En el aniversario 125° de la muerte de Juan Santamaría, el flamante gobierno sandinista estaba entregando al gobierno tico los recién encontrados huesos del héroe costarricense, abatido en la ciudad de Rivas en 1856 cuando combatía a las tropas del filibustero estadounidense William Walker.
Un joven bigotudo en uniforme militar cargaba la urna por el lado izquierdo y un señor de mediana edad por el derecho. El primer personaje era Daniel Ortega, entonces director de la Junta de Reconstrucción Nacional de Nicaragua; el otro, Rodrigo Carazo Odio, presidente de Costa Rica. La fecha: 11 de abril de 1981.
A pesar de las dudas, esa noche Juan Santamaría, el máximo héroe de los costarricenses, fue velado con gran ceremonia en la catedral de Alajuela, Costa Rica, de donde se supone era originario. Y el gobierno tico emitió un entusiasta comunicado celebrando el regreso de «El Erizo» y otros héroes de la Batalla de Rivas, cuyos restos mortales también se encontraban en la urna, de acuerdo con los sandinistas.
Estos eran los supuestos restos de Juan Santamaría. (IHNCA)
El propio Ernesto Cardenal, sacerdote, poeta y entonces ministro de Cultura de Nicaragua, había dado fe de que entre aquellas viejas osamentas se hallaban las del joven Santamaría. Y para Carazo Odio el anuncio no podía ser más conveniente porque en ese momento se encontraba atravesando una fuerte crisis política y económica y necesitaba levantar su imagen ante el pueblo costarricense.
El presidente tico estaba lidiando con una impresionante y creciente crisis inflacionaria, que pasó de 17.8 por ciento en 1980 a 81.8 por ciento en 1982. Los salarios se encontraban por el suelo y básicamente el país estaba en bancarrota, a lo que se sumaba una gran polarización política interna, detalla el escritor David Díaz Arias en el libro Historia del 11 de abril.
Esta es la urna que contenía los supuestos restos de Santamaría (IHNCA)
De modo que el hallazgo de la osamenta era algo así como un regalo de la Providencia, porque Santamaría no es cualquier héroe. Para los costarricenses es el héroe por antonomasia y su hazaña los define «como nación y como perfil de heroísmo y de entrega», en palabras del escritor costarricense Alfonso Chase, el principal gestor y responsable de que cuatro meses más tarde, en agosto de 1981, se descubriera que aquellos huesos en realidad habían pertenecido a vacas y monos. Ninguno a Santamaría.
Una nueva controversia se sumaba a la ya de por sí polémica historia del héroe costarricense: un muchacho de 25 años de quien se dice dio un paso al frente cuando otros soldados callaron y se ofreció como voluntario para la misión suicida de prender fuego al mesón de Francisco Guerra, ubicado en Rivas, Nicaragua, donde se refugiaban los filibusteros del invasor William Walker.
Cuenta la historia que aquel 11 de abril, en plena Guerra Nacional (el conflicto bélico que unió a Nicaragua, Costa Rica, El Salvador, Honduras y Guatemala contra el sistema esclavista de Walker), a los costarricenses les informaron que las tropas filibusteras estaban avanzando hacia el sur y que se habían acuartelado en Rivas, por lo que el ejército tico decidió quemar el mesón para sacar de su refugio al enemigo y detenerlo.
Daniel Ortega y Rodrigo Carazo Odio cargan la urna que supuestamente contenía los huesos de varios héroes costarricenses, incluidos los de Juan Santamaría. (La Prensa de Nicaragua)
«Varios soldados lo intentaron varias veces, pero los invasores lograban apagar las llamas. Además, cada vez que veían a un tico acercarse al mesón, los filibusteros descargaban sus rifles. Era imposible pegarle fuego a la casona y evitar ser muerto por las balas enemigas», detalla la revista nicaragüense Magazine en el reportaje El engaño con los huesos de Santamaría.
Como ningún otro soldado intentaba incendiar el mesón, el jefe de las tropas costarricenses preguntó: «¿Quién se atreve a dar fuego?». Y al cabo de un tenso silencio, se oyó la voz de Santamaría: «Yo voy«.
Esas habrían sido, según la versión oficial de la historia, las últimas palabras del joven alajuelense, ya que instantes después de prender fuego a la casona cayó acribillado por los invasores. Sin embargo, hay quienes afirman que en realidad Santamaría no murió el 11 de abril de 1856 y que definitivamente no falleció en una gesta heroica, sino víctima del cólera días más tarde. Como si esto fuera poco, otros van más lejos y aseguran que el más famoso de los héroes de Costa Rica ni siquiera existió.
En cualquier caso, el joven es un símbolo que despierta el patriotismo costarricense, por eso en 1981 el «hallazgo» de sus restos despertó tanto revuelo como recelo.
«La idea de buscar los huesos de Santamaría había iniciado casi inmediatamente después de la llegada al poder de los sandinistas, en octubre de 1979», en la época en que los gobiernos de Nicaragua y Costa Rica vivían una luna de miel luego de la caída del régimen de los Somoza.
El acto de entrega de los huesos se realizó en la frontera de Peñas Blancas, entre Nicaragua y Costa Rica, la mañana del 11 de abril de 1981.
El proyecto se puso en marcha en febrero de 1981, con el objetivo de hallar los restos antes del 11 de abril, con miras al aniversario 125° de la Batalla de Rivas. Y aunque era como buscar una aguja en un pajar (sin tener muy claro dónde estaba el pajar), de alguna manera los encontraron en tiempo récord.
Los héroes, dijo Carazo Odio, retornaron a Costa Rica «oportunamente». «Si ellos afirmaron con su muerte la independencia política de Centroamérica, vuelven a su suelo patrio en la tercera etapa de la lucha por la libertad de nuestros pueblos», expresó el mandatario en crisis, cuya retórica estaba fundamentada en la política de «dignidad en lo internacional».
Sin embargo, las dudas sobre la autenticidad de esos huesos habían comenzado casi desde que se anunció que en Nicaragua estaban buscándolos. Dudas que se confirmaron cuando un equipo de antropólogos y médicos ticos analizó las osamentas repatriadas y dictaminó que no eran más que «un surtido de fémures de vaca y mandíbulas de mono».
En abril de 2018 el escritor Alfonso Chase confió al diario costarricense La Teja que él fue alertado por un informante semanas antes de que el fraude se consumara. «Desde Managua me dijeron que era una farsa. Impugné que se realizaran honores militares y religiosos en la Asamblea Legislativa y en la catedral. La caja (donde llegaron los restos) era preciosa pero tenía huesos de animales y se denunció que era una farsa del gobierno sandinista y un engaño al presidente Carazo», afirmó.
La noticia de que los otrora heroicos huesos en realidad eran de vaca y mono fue recibida con «dolor» por el pueblo costarricense, que lo tomó como una «bofetada» a su dignidad. Y la urna fue devuelta de inmediato a Nicaragua, con gran indignación.
El gobierno sandinista nunca se disculpó por lo sucedido. Todo lo contrario, insistió en la autenticidad de las osamentas y las enterró con toda la solemnidad debida.
Y así fue como en Costa Rica el 11 de abril dejó de ser solamente la fecha en que se conmemora la hazaña del joven Juan Santamaría. Desde 1981 también es el día en que se recuerda el engaño del que fue víctima toda una nación.