El pasado 20 de octubre se cumplieron 10 años de la muerte de Sury Benavides, un icono de la música regional sancarleña. Hoy, unos días después de su aniversario de su muerte, recordamos una crónica, que le hicimos el día de su muerte y sepelio.
Sol Ángel Benavides Blanco, más conocida como “Sury”, vivió como quiso, sin prejuicios ni miedos. Cantó y tocó el acordeón con estilo propio, como muy pocos lo hacen. Fue el alma del pueblo sancarleño, por eso la gente lloró su partida.
Sury Benavides Blanco, fue parte del folclor regional, esencia viva de la música ranchera mexicana adaptada a nuestros pueblos.
Su acordeón, dejó de sonar el 20 de octubre del 2013 junto con su voz inconfundible, debido a un derrame cerebral. Su música y voz penetró el corazón de los sancarleños, con su estilo propio de interpretar rancheras mexicanas, como sólo ella lo podía hacer.
Aprendió a tocar el acordeón a los 12 años, gracias a su hermano Rafa Benavides. Una vez que empezaba a tocar el instrumento este se “despedazaba en sus manos”. Voz y acordeón lloraban al unísono. Zapateaba en el escenario, como dejando salir lo más profundo de sus sentimientos cuando interpretaba, esas rancheras mexicanas que tratan amor, desamor, dolor, pobreza y muerte, y que en parte, es la vida misma.
Una vez en el escenario, vestida con pantalón y camisa vaquera, botas y charro mexicano, era poseída por el embrujo de la música. Canciones que entraban al corazón del pueblo que se siempre la apoyó en bares y escenarios donde se presentaba bajo los gritos y vítores de los presentes.
No en vano, el 21 de octubre del 2013, miles de sancarleños llegaron de todos los rincones del cantón, para darle el último adiós, a una grande de la música.
Curiosos, agricultores (algunos con sus botas de hule puestas), dueños de bares, amigos, políticos, ancianos, pobres, religiosos, familiares, músicos y cuatro mariachis, se acercaron para despedirla como ella se lo merecía, con música ranchera que le cantaron a la entrada y salida de la misa.
Se fue vestida de charro
En su caja mortuoria, Sury, fue vestida como un charro y atuendos mexicanos como ella quería ser sepultada.
Una catedral a más no caber de gente, la despidió con una canción que ella grabó: “Cucurrucucu Paloma”. Los mariachis le cantaron su pieza preferida: “Puño de Tierra”, de Antonio Aguilar que dice mucho es esa forma de ver la vida y la muerte que ella tenía.
“ el dia que yo me muera no voy a llevarme nada
hay que darle gusto al gusto
la vida pronto se acaba
lo que paso en este mundo
nomás los recuerdos quedan
ya muerto voy a llevarme
nomás un puño de tierra…”
La misa fue oficiada por el presbítero Marcos Solís, quien recordó a los presentes lo efímera que es la vida y la importancia de no acumular bienes para este mundo, porque todo es banal.
A la salida de la eucaristía, los mariachis volvieron a tocar, la recibieron en el atrio de la catedral con rancheras y con su canción preferida, mientras la gente se arremolinaba alrededor de su féretro para verla por última vez. Celulares, levantados para captar su última imagen, llanto y lágrimas era la tónica, mientras era despedida de su San Carlos querido.
La caja mortuoria fue llevada al cementerio de Ciudad Quesada en hombros de hermanos, músicos y amigos, mientras una “tumba cocos” ponía a todo volumen un disco con sus canciones. Con el paso del féretro la gente salía de sus casas para mirar la caravana que la acompañaba.
Por el paso del llamado “Bajo del Zoncho”, un señor desde un corredor hablaba con su teléfono, mientras decía que no podía escuchar mucho porque llevaban a enterrar a Sury y había mucha buya.
Ya en el cementerio, la lluvia, típica de este cantón y del mes de octubre, (el más lluvioso), se hizo presente. Sin importar la lluvia sus seguidores, amigos y familiares le dieron su último adiós.
Una vez colocado el ataúd, en una bóveda donde descansan los restos de su padre Francisco Benavides,(Paco) también músico en vida, y los de su madre Dulcelina Blanco, los mariachis continuaron cantando “Puño de Tierra”, entre lágrimas y gotas de agua que caían del cielo que la vio nacer hace 52 años en su San Vicente natal.
Aquí un video de una de sus canciones favoritas y que en parte, habla el significado de la muerte, lo que parecía que presagiaba que estaba cerca.
“Sury representó la música viva”
“Sury representa el folclor popular, la voz y jerga del pueblo. Su voz y música han trascendido. Representa la música viva, llena de alegría, por eso el pueblo hoy viene a despedirla”, expresó el profesor de música Marco Mora.
Para Mora, Sury se adelantó a grandes artistas como Pedro Infante, Antonio Aguilar, Gilberto Hernández y Memo Neira.
“Pasarán muchos tiempo para que vuelva aparecer una cantante como Sury con mística y estilo propio. Estamos despidiendo una gamonal de la música, personalmente admirador y amigo de ella”, comentó el músico.
Era un ser muy especial
Rafa Benavides, músico y hermano de Sury, no tiene palabras para decir quién fue su hermana, sólo dice que fue un ser muy especial, humilde y sincera y con un gran corazón.
Dice que él fue el que la enseño a tocar el acordeón cuando tenía 10 años y más tarde le regaló uno marca Hohner. Toco muchos tiempo con él con su grupo “Rafa Benavides”.
Asegura que desde niña tenía esa facilidad para la tocar el acordeón y para cantar.
Y es que su padre el recordado Paco Benavides, también tocaba el acordeón y algunos hermanos y nietos también son músicos.
Para, Orlando Chinchilla, compositor e integrante de mariachi, Sury, era un gran ser humano y una cantante extraordinaria con un estilo muy propio.
“Una vez fui a tocar a un bar que tenía en Montecristo de Aguas Zarcas, y después de mucho rato de tocar el acordeón Sury, se picó y me tiró una tabla en los pies y me dijo que hiciera lo que ella hacía, yo le dijo que no podía porque su estilo es único y yo tenía el mío”.
Para Chinchilla Sury era una cantante que llenaba salones y bares, porque ponía a cantar al público y cuando no tenía quién le tocara el guiro, ella se lo daba a alguno de los presentes para que lo tocara.
“Una vez me contó que no podía dejar el licor, tomaba a toda hora y eso la afectaba mucho. Me contó que tenía problemas sentimentales”, expresó Orlando.
Marlene Rodríguez, amiga de muchos años de Sury en Guanacaste, lugar donde vivió y tocó algunos años, dice que en su paso por esa provincia era muy querida y nunca decía que no cuando de ayudar a una institución se trataba.
“Era muy sincera, muy abierta y sobre todo una gran amiga. Vivió como quiso”, expresó.
Sury, nació en San Vicente de Ciudad Quesada, era la penúltima de una familia de 15 hermanos, nueve hombres y seis mujeres, además, de músico, fue agricultora, sembró hortalizas junto sus hermanos. Provenía de una familia humilde y trabajadora, su legado y su música debe perdurar por siempre.