El meteorito que cambió la vida de un pueblo y revolucionó la ciencia
Era la noche del 23 de abril de 2019 cuando el cielo de Aguas Zarcas y Palmera, en San Carlos, se iluminó con una bola de fuego que cruzó el firmamento y terminó explotando en pedazos. Lo que parecía una estrella fugaz terminó siendo una auténtica “lluvia de piedras espaciales” que cayó sobre techos de casas, fincas, gallineros y hasta dentro de bolsas de arroz. Hoy, seis años después, la historia del famoso meteorito de Aguas Zarcas sigue viva en la memoria de quienes lo vivieron… y en los laboratorios del mundo.
Cuando llovieron piedras… y dólares
En los días que siguieron al impacto, el tranquilo distrito sancarleño se convirtió en el epicentro de una verdadera “fiebre del meteorito”. Científicos, coleccionistas, periodistas y hasta compradores extranjeros llegaron al pueblo en busca de fragmentos. Vecinos que jamás imaginaron tener algo que ver con el espacio, de un día para otro, andaban con lupa en mano, escarbando entre zacates y piedras.
“Eso fue un corre-corre. Aquí venían carros de todo lado. Pagaban bien por cada pedacito”, recuerda don Ernesto, un agricultor que vendió una piedra de unos 100 gramos en varios cientos de dólares. Otros vecinos hicieron más: hubo quienes ganaron lo suficiente para remodelar su casa, pagar deudas o incluso comprarse un carrito nuevo.
¿Qué tenía de especial este meteorito?
Resulta que el meteorito de Aguas Zarcas no era cualquier roca espacial. Se trataba de una condrita carbonácea tipo CM2, una de las más antiguas y raras que se conocen. Estas piedras, que vienen desde los inicios del sistema solar, están compuestas por elementos que podrían haber sido claves para el origen de la vida.
Este en particular tenía algo aún más interesante: al menos cinco tipos de material distintos, lo que los científicos llaman “litologías”, con diferentes composiciones químicas e incluso isotópicas. ¿Y qué significa eso en lenguaje sencillo? Que el meteorito venía con una especie de “mezcla de recetas espaciales”, lo que permite entender mejor cómo se formaron los asteroides y qué procesos acuosos vivieron hace miles de millones de años.
Uno de los hallazgos más curiosos fue la presencia de vetas de carbonato, formadas por la acción del agua, lo que sugiere que el asteroide que dio origen a este meteorito alguna vez tuvo contacto con el líquido vital. Es decir, un pedacito de roca que cayó en San Carlos podría contener pistas sobre la existencia de agua —y tal vez vida— en otros rincones del sistema solar.
El impacto en San Carlos
Más allá de la ciencia, el impacto fue también social y económico. Aguas Zarcas y Palmera se llenaron de visitas, y por unos días estuvieron en las noticias internacionales. “Aquí todo el mundo hablaba del meteorito. Había gente que no sabía ni qué era, pero ya sabían cuánto valía”, recuerda doña Marta, vecina de Palmera.
Y sí, fue una riqueza caída del cielo, pero también una oportunidad para aprender y valorar la conexión entre lo local y lo universal. Las universidades costarricenses, como la UNA y la UCR, también recolectaron fragmentos que hoy se conservan para la investigación.
Hoy, seis años después…
El recuerdo del meteorito sigue vivo. Algunas personas todavía guardan pedacitos como tesoros personales. Otros, más de uno, se arrepienten de haber vendido barato lo que en el extranjero se cotiza como oro científico. A nivel global, laboratorios de la NASA y universidades de Europa y Asia aún estudian sus fragmentos. Cada análisis nuevo revela un poco más sobre la historia del sistema solar y la posible llegada de compuestos orgánicos a la Tierra.
Y así, lo que comenzó como un susto por una bola de fuego en el cielo, terminó siendo una de las historias más fascinantes de San Carlos: la de cómo un meteorito convirtió a un pueblo agrícola en protagonista del espacio.