San Carlos, Costa Rica — La historia de don Juan Pablo Calero Cordoncillo parece una broma cruel, pero no lo es. A sus 93 años, este vecino sancarleño recibió una cita en el servicio de ortopedia del Hospital San Carlos para el año 2047.
Sí, leyó bien: dentro de 22 años, cuando, de seguir con vida, tendría 115 años.
“Esto no es una cita, es una sentencia. Mi papá no va a llegar a esa fecha”, lamenta su hija, mostrando la hoja con la fecha impresa, el sello del hospital y una mezcla de rabia e impotencia en el rostro.

“Es una burla para los adultos mayores. ¿Cómo pueden darle una cita a alguien que ya está en silla de ruedas, que apenas camina, para dentro de dos décadas?”, agrega con la voz quebrada.
Pero don Juan Pablo no está solo en este absurdo.
Otra vecina de San Carlos, también adulta mayor, exhibe su comprobante: cita en ortopedia para el año 2051, es decir, 26 años más de espera. “Ya no me va a doler la rodilla… me va a doler la tumba”, dice con ironía amarga.

? Un clamor colectivo: “Nos están dejando morir esperando”
Tras la publicación de El Norte Hoy sobre estos casos, decenas de asegurados de la Zona Norte comenzaron a contar sus propias historias. Citas para dentro de 10, 15 o hasta 20 años, diagnósticos que nunca llegan, tratamientos que se aplazan hasta lo imposible.
Un hombre con problemas de próstata mostró su cita de urología para dentro de cinco años. “De aquí a allá, si no tengo dinero para un privado, lo más seguro es que me entierren”, comentó resignado.
La indignación se siente en la calle, en los consultorios, en las redes sociales. La gente no pide milagros: pide atención, pide dignidad.
?? Cifras que duelen
El drama que vive San Carlos no es un caso aislado. Es el reflejo de un sistema público que se desangra en la lentitud, donde el tiempo se vuelve enemigo del enfermo.
En 2024, más de 686.000 personas estaban en lista de espera por procedimientos ambulatorios.
Antes del 2022, esa cifra no superaba las 439.000.
La lista quirúrgica rompió récords: 14.000 pacientes más esperando una operación que, en muchos casos, podría salvarles la vida o aliviar años de dolor.
Para consultas especializadas, había 187.439 personas esperando —un promedio de 427 días—, aunque en algunas especialidades la espera llega a 1.200 días o más.
Y todo esto sin contar a quienes mueren antes de ser atendidos.
La Contraloría General de la República advirtió que, entre 2019 y 2024, las esperas aumentaron 120 días. También halló errores, duplicaciones y subregistros en los reportes oficiales de la Caja, lo que significa que las cifras reales podrían ser aún peores.
?? El discurso oficial y la realidad
Cuando se le ha consultado al presidente Rodrigo Chaves por el incremento de las listas, el mandatario ha señalado culpables en todas direcciones:
el caso “Barrenador”, el Poder Judicial, la Contraloría, los mandos medios de la CCSS.
Dice que ellos bloquean decisiones y atrasan soluciones.
Pero para los ciudadanos que esperan en silencio, esas explicaciones no calman el dolor ni curan las heridas.
En campaña, Chaves prometió reducir las listas con más especialistas y hospitales más eficientes.
Tres años después, las cifras y los testimonios lo contradicen.
La diputada Paulina Ramírez fue tajante:
“Está muriendo gente por no ser atendida. Es una tragedia silenciosa que el Gobierno se niega a reconocer.”
? La Caja y sus propias sombras
La CCSS asegura que trabaja en un plan para reducir las listas, prometiendo atender más de 730.000 casos este año.
Pero su presidenta ejecutiva, Mónica Taylor, admitió que ni siquiera saben cuántas personas están esperando.
La Contraloría señaló que el plan es incompleto y sin estrategia clara.
Mientras tanto, en los pasillos del Hospital San Carlos, los pacientes siguen llegando con sus papeles arrugados, con sus citas absurdas, con el mismo gesto de desesperanza.
?? Cuando la espera se convierte en muerte
No hay estadísticas que digan cuántas personas han muerto esperando una cita en San Carlos.
Pero basta recorrer los barrios, hablar con los vecinos, leer las historias en redes sociales para entender la dimensión humana del problema.
Sindicatos como Undeca llevaron el tema hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), denunciando que las listas de espera en Costa Rica violan el derecho a la salud.
Detrás de cada cifra hay un rostro: el de un abuelo que no puede caminar, una mujer con un tumor que crece sin diagnóstico, un niño que no recibe la operación que necesita.
En este rincón del país, donde la gente aún cree en la Caja, la desesperanza comienza a ganar terreno.
Las promesas de “jornadas especiales” y “planes de choque” suenan huecas ante la realidad de quienes saben que no vivirán lo suficiente para llegar a la cita.
El papel dice 2047.
Pero don Juan Pablo Calero Cordoncillo, con su mirada cansada y sus manos temblorosas, sabe que el reloj de la espera no corre igual para todos.
Él no espera milagros.
Solo justicia.

