La ciudad más cosmopolita y turística de la Zona Norte, la Fortuna de San Carlos, ha frenado en seco. De noche a la mañana, los paseantes de otras latitudes, desparecieron. La babel de las leguas ya no se escuchan en las calles y parques.
El tiempo aquí se detuvo, las camas de los hoteles están desocupados, los parques y lugares turísticos han quedado solos. Las calles lucen vacías y por las noches los vehículos ya no transitan como hace unos días. La vida nocturna aquí se ha apagado y se ha sumido en la oscuridad.
El coloso luce majestuoso tal como ha estado durante miles de años. La Ciudad se ha dormido al igual que su volcán.
La industria sin chimenea ha caída. Por ahora, decenas de desempleados y mucha preocupación e incertidumbre para la mayoría de población que vive de los turistas, que por momento , y posiblemente por mucho tiempo, no volverán aquí.
Hoy los vecinos de esta comunidad caminan con la mirada baja, ante la anoche aciaga que ha llegado, pero con la esperanza de que en algún día amanecerá.
Hoteles, termales, bares, restaurantes, sodas están desoladas y la mayoría han cerrado y enviado a sus trabajadores a sus casas.
Refugiados en sus casas
Refugiados en sus viviendas los habitantes meditan y comentan sobre esta soledad, que se ha apoderado del pueblo.
Un virus invisible, desatado en el otro lado del mundo, es la causa de esta soledad y de este silencio que azota del mundo y que ha impactado al ciudad más boyante del norte, la más dinámica y la más turística de la zona.
Un silencio que no se percibía aquí desde hace 50 años, cuando aquí había unas cuantas casas solariegas de gente humilde, una ermita, una pulpería. calles de piedra y a lo lejos un cerro verde, en silencio milenario.
EL cerro está presto a eructar y a cambiar el mundo, en este lugar, pero aún no lo hace.
Sus pocos pobladores, campesinos los agricultores que transitan por las calles pedregosas montados en sus bestias. La vida aquí es placentera y el trabajo áspero.
Una mañana de julio el cerro despertaría de letargo sueño y lanzaría piedras y lava, destruyendo todo lo encontraría a su paso. El despertar del coloso que trajo desarrollo a este pueblo y que hoy 50 años después vuelve a silenciarse ante la presencia de la pandemia