Escritor de Río Cuarto relata la triste realidad de las aguas negras en los ríos de su cantón

«Hoy vine al río»

Por Maynor Sánchez, escritor de Río Cuarto

Algunas veces estoy donde están todos, en otras ocasiones, estoy solo conmigo.

Hoy vine a ver esta calle cristalina que es el río.

También el maestro sabio lo hacía. Antes de escribir la obra: (sun mun cum laude) se venía a solas con el río.

No basta con conocer el camino hasta llegar a las aguas, eso es fácil, cualquiera puede ir al río.

Decía el maestro Borges que nadie baja al mismo río dos veces; las aguas cambian.

Yo digo que también cambia el viento que azota las hojas de esta montaña.

Se trata de poder ingresar al espacio del silencio donde la naturaleza canta la canción más bella.

La canción de la selva que es original y su canto inconfundible.

Entonces el maestro, se sienta en esa piedra, que está en medio del río pero que está seca, porque su altura es más sublime que el caudal común de la corriente que lleva la correntada.

Y ahora se imagina (con sus ojos cerrados y su mente abierta) como las aguas cristalinas le atraviesan todo su cuerpo y en su fluir le libera de penas y energías negativas que se le adhieren en el camino de esta vida.

Por eso hoy vine al río.

El maestro de orquesta que es el viento mismo, se arrebata como un sismo con un sonido que la selva le presta, canta entonces el ave la canción que solamente él sabe, y le apacienta el agua con su sonido cuya frescura solo da este río, el viento mece la rama donde está el nido del soterré y lo acerca al agua, jugando a no mojarse, el conejo olfatea atento, la serpiente duerme y caza, las hojas de los tabacones le hacen brisa a los colibríes que cantan una melodía triste; ¿una melodía triste?

Todo está muriendo, esta gente lo están matando.

Solamente el sabio logra ver lo gris de esta montaña y el llorar como un clamor de este rio, sus aguas se mecen como queriendo evadir el beso de muerte que sin remedio, le dan esos desagües que son verdes y hediondos como un corazón sin Dios.

Aquí en este Cantón bello, todo por descubrir, las aguas corren totalmente envenenadas por despiadados desagües cargados de boñiga que van a dar directo a sus aguas, matando toda la riqueza que en ellas hay, dirigidos por personas que se dignan en llamarse grandes ciudadanos y hasta orgullos del cantón, llenándose de lo material y destruyendo la belleza natural que nos rodea.

¿Qué más puedo escribir al visitar el río? Si la belleza que hoy aprecio me da el contraste para esta tristeza de ver la naturaleza destruida por nosotros mismos.

Las aguas que aquí corren, terminarían de matarme si las imagino correr mi cuerpo, son verdes y hediondas como un corazón vacío, porque le falta Dios.

Ya el río no es un sitio que pueda visitar el sabio, la piedra donde se sentaba está sucia y llena de boñiga, las aguas han superado el nivel de la corriente que lleva esta verde y hedionda correntada del cantón.