Por UCR
Según datos del 2022, el ingreso en las familias y la escolaridad son otros factores que amenazan la inserción en las tecnologías. En cuanto al género, sí hay mayor paridad
Costa Rica destaca en América Latina por manejar un nivel alto de penetración tecnológica en los hogares. En términos generales, según el Índice de Preparación de Red, el país ocupó la cuarta casilla en América Latina en el 2022, solo por debajo de Chile, Brasil y Uruguay. Esto debería ser motivo de satisfacción, aunque hemos perdido terreno: en años anteriores estábamos en el tercer lugar para la región.
No obstante, si acercamos la lente a los detalles sociodemográficos, se observa que aún queda mucho trabajo por hacer para reducir las diferencias en las posibilidades de adquisición y uso de la tecnología (la brecha digital), sobre todo entre las personas que viven en el campo y la ciudad, entre quienes tienen un nivel académico bajo y alto, así como quienes reportan mejores ingresos en sus hogares.
Este es el principal resumen de las conclusiones a las que llega el Capítulo 4 “Acceso y uso de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) en los hogares costarricenses”, del Informe Hacia la Sociedad de la Información y el Conocimiento 2023.
Este fue presentado a finales del año pasado por el Programa Institucional Sociedad de la Información y el Conocimiento (Prosic) de la Universidad de Costa Rica (UCR) y está basado en datos de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC).
Las ciudades, sitios privilegiados en acceso a tecnología
Con respecto a la brecha digital por zona geográfica, la adquisición de una computadora es lo que más marca una diferencia entre el campo y la ciudad. Como se puede observar en los gráficos, en el 2015 el 54,9 % de los hogares urbanos contaba con un computador, mientras que solo el 31,0 % de los rurales podía decir lo mismo (brecha de 23,9 puntos porcentuales o p. p,). Para el 2022, en el caso de las ciudades este porcentaje descendió a 53,3 %, mientras que en el campo se recuperó un poco, quedando en un 31,7 % (diferencia de 21,6 p. p.).
Esta distancia se redujo aún más durante el 2020 (19,4 p. p.), en el primer año de la pandemia, posiblemente debido a las necesidades de conectividad y equipamiento que llevaron a los hogares a sacrificarse económicamente para comprar equipo.
No obstante, este parámetro volvió a ensancharse a partir del 2021. Eso sí, las diferencias entre los hogares que poseen una computadora y los que no, fueron menores en el 2022 que antes de la crisis del Covid-19.
Por supuesto que la brecha digital y geográfica también depende del artefacto del que hablemos. Por ejemplo, la compra de tabletas mostró una importante diferencia entre hogares situados en territorios urbanos y rurales aún en el último año de la medición. En el otro extremo, en el caso del teléfono móvil, esta distancia fue casi nula y se ha reducido aún más en los últimos años.
Así, los hogares citadinos que contaban con – al menos – un celular en el 2015 eran el 96,2 %, mientras en los campesinos eran el 94,0 % (2,2 p. p.). Para el 2022, estas cifras son del 96,9 % y el 95,8 %, una diferencia de tan solo 1,1 p. p., aunque esta llegó a ser de 0,6 p. p. en el 2020, también por el “efecto teletrabajo – teleeducación”. En otras palabras, se puede decir que en telefonía móvil no existe brecha digital, según los análisis estadísticos hechos por Prosic.
Con la contratación del servicio de internet en las casas sí hubo una reducción en las distancias de acceso de forma considerable, desde el 2015. En aquel año, los puntos porcentuales que separaban a los hogares urbanos de los rurales eran 19,7 (65,7 % versus 46,0 %, respectivamente). Siete años después, esa diferencia cayó a 9,8 p. p. (86,0 % versus 76,2 %).
De hecho, de todos los rubros, la conectividad doméstica a internet por zona geográfica fue la brecha que más se redujo desde el 2015 hasta el 2022 (9,9 puntos).
El coordinador del Prosic y coautor de la redacción de este capítulo, Alejandro Amador Zamora, explicó que el teletrabajo y la educación a distancia impulsaron la conectividad en las casas durante la pandemia. No obstante, recordó que en las zonas rurales alejadas de los núcleos urbanos esta es una realidad que sigue golpeando a miles de personas.
A
lo anterior también hay que agregar el dato de hogares desconectados a internet: en el 2022 eran el 23,8 % en las zonas rurales y tan solo un 14 % en zona urbana. Los individuos encuestados dieron diversas razones para estar desconectados: en la zona rural, estos señalan que “el costo del servicio es muy elevado” (39,9 %) o que “no lo necesitan” (31,1 %). En las ciudadesofrecieron esas mismas razones, pero a la inversa: la percepción de que no lo requieren llegó al 41,6 %, mientras que quienes argumentan que tener internet es caro fueron el 35,2 %.
También es importante destacar qué tipo de internet existía en los hogares en el año de la encuesta. Ahí la brecha por la calidad de conexión era bastante visible: en las ciudades, el porcentaje de hogares que se conectaban en 2022 con fibra óptica era del 27 %, mientras que en zonas rurales alcanzaban solo el 13,7 %. Si se trata de cable coaxial, este era mayoritario en los hogares urbanos (43,2 %) y también muy importante en los rurales (26,5 %).
Este fenómeno es aún más evidente cuando se consideran los hogares que utilizaban la tarjeta de dispositivos móviles para conectarse: en el campo eran el 29,5 % (la mayoría), mientras que en los centros urbanos llegaron apenas al 10,7 %.
Este sistema destaca por su baja calidad de conexión, ya que depende de la cercanía con las antenas y de la ausencia de estructuras que bloqueen su señal; y, posiblemente, se ve afectado por la posibilidad que tenga la familia de realizar recargas del sistema prepago para mantener su uso, restringiendo el mismo.
La experta del Centro de Investigación en Comunicación(Cicom) de la UCR, Yanet Martínez Toledo, comentó que existen tres dimensiones a tomar en cuenta en el tema de la brecha digital en las regiones: la infraestructura, la alfabetización digital y el uso de la tecnología en las culturas rurales.