El Diablo sigue suelto: una millonaria tentación para quien se atreva a traicionarlo
En los pasillos del poder judicial y en las sombras donde se mueve el crimen, hay un nombre que provoca silencio o miedo: Alejandro Arias Monge. “Alias Diablo”, como lo conocen en el bajo mundo, no es un personaje de leyendas urbanas. Es real, peligroso y sigue libre.
Arias Monge, uno de los fugitivos más buscados del país, acusado de homicidio, narcotráfico y legitimación de capitales, parece siempre estar un paso adelante. Ha logrado evadir cercos policiales, allanamientos sorpresa y seguimientos silenciosos.
La sospecha de corrupción en los cuerpos de seguridad no es nueva, pero ahora tiene consecuencias directas: la DEA, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, asumirá el mando total de la operación para capturarlo.
Han pasado más de nueve años desde que desapareció del radar de las autoridades. Nueve años de burlarse de operativos, de corromper a quien haga falta, de esconderse tras una red que lo protege con dinero, miedo y lealtades compradas. Pero ahora, algo cambió: el Gobierno decidió ponerle precio a su cabeza.
La DEA no solo aportará recursos logísticos y tecnológicos, sino que dirigirá cada paso del proceso, desde la validación de informantes hasta los posibles arrestos.
No es cualquier cifra. ?256 millones de colones —casi medio millón de dólares— y un boleto con destino a Estados Unidos bajo la protección de la DEA esperan al informante que se atreva a romper el círculo.
La oferta incluye anonimato, protección y hasta una nueva vida. Pero también conlleva un riesgo: traicionar al Diablo.
En los pasillos del OIJ, el subdirector no oculta la frustración. “Hemos llegado a lugares donde estuvo apenas unas horas antes.
Es como si siempre supiera cuándo nos movemos”. La sospecha de filtraciones internas y policías comprados pesa sobre cada operativo fallido.
En esta guerra de inteligencia y traiciones, las autoridades no descartan nada. Incluso si el informante es alguien con causas judiciales pendientes, puede negociar. “Lo importante es que la información sea veraz, que nos lleve hasta él”, dijeron los oficiales.
La DEA será quien tome el control de cualquier trato. Desde identificar al informante hasta gestionar su posible traslado fuera del país. “Ya se ha hecho en Colombia, en México, en otros países con criminales de alto perfil. Esto no es nuevo para ellos”, advierte uno de los voceros judiciales.
En las calles, el rumor crece. ¿Quién se atreverá? ¿Será alguien cercano, un exaliado, un enemigo oculto?
Lo cierto es que la cacería del Diablo ha comenzado, pero no con armas ni persecuciones cinematográficas. Esta vez, será con plata, promesas y la sed de justicia o venganza, según de qué lado se mire.
Esta agencia ya ha intervenido en casos similares en países como Colombia y México, donde las estructuras criminales logran permear instituciones.
En el caso de “Diablo”, el poder económico de su organización ha demostrado ser una barrera tan sólida como peligrosa.
“El Diablo no se esconde en la montaña ni en la frontera. Se esconde detrás de teléfonos encriptados, casas seguras y, sobre todo, de gente que le debe favores o le teme”, explicó un investigador bajo condición de anonimato
La cacería del Diablo, ahora en manos extranjeras, no será un espectáculo visible. Será un juego de inteligencia, sigilo y traiciones. El cerco se estrecha, pero la pregunta sigue flotando en el aire: ¿quién será el primero en vender al Diablo?