Uno de los mayores espectáculos del Parque Nacional del Agua, Juan Castro Blanco lo constituye el cañón del Río Aguas Zarcas, en San Carlos, río que nace en las cumbres de las montañas y que se abre paso cortando los elevados cerros hasta llegar a las llanuras y desembocar en el Río San Carlos.
Una de las formas de llegar a los orígenes el río y conocer parte del cañón es ingresar por sector de Garabito de Aguas Zarcas o por Calle Damas de la Palmera. Aunque no existe camino específico y menos senderos para acceder al lugar, se puede llegar por fincas. Es importante hacer el viaje con gente que conozca la zona, por el peligro de extravío y para evitar cualquier accidente, debido a lo quebrado del terreno.
Por Garabito de Aguas Zarcas, se puede acceder hasta los pies del Parque, pero luego hay que internarse por un camino empedrado. Hacer un recorrido de un kilómetro escalando pendientes hasta llegar a varias fincas linderas con el Parque. Luego caminar por trillos en repastos, pero con hermosas vistas hacia las llanuras sancarleñas.
Es un lugar de encanto, no sólo por la brisa fría que corre a más de 800 metros sobre nivel del mar. A esta altura, se puede apreciar las majestuosas montañas del Parque Nacional del Agua, cubiertas por enormes árboles y vegetación siempre verde, todo el año. También se puede apreciar las vastas llanuras de la Región.
Agua provenientes de las montañas
Aquí el agua discurre por todas partes, decenas de riachuelos bajan de la montaña por los repastos. En cualquier lugar es posible encontrar agua y vida. Aves y animales que pueblan estos bosques.
En la parte alta, entre los repastos, hay una pequeña laguna o humedal de aguas verdes y frías que discurren de la montaña.
Para llegar al cañón del Río Aguas Zarcas por este lugar, se debe atravesar un bosque tupido de árboles y vegetación en algunas partes muy cerrada. Se camina aproximadamente un kilómetro por un trillo en medio de la montaña hasta llegar al cañón con una profundidad de más de 100 metros.
Aquí la vegetación es muy tupida pero hay un lugar donde se puede apreciar la montaña y el río azufrado que se abre paso a los pies de las empinadas montañas cubiertas de frondosos árboles.
Ingresar aquí es reencontrarse con la naturaleza y con la vida misma, ya que el agua corre por todas partes y la majestuosidad de las montañas reconforta y lo llena de energía.
De aquí sale el agua de la cual se sirven decenas de acueductos de la Región, agua que mueve turbinas que producen electricidad para la Región. Ríos que bañan llanuras y que permiten la agricultura en zonas más secas.
Sitio esculpido por la naturaleza desde tiempos inmemoriales. Nuestra «Montaña Sagrada», el origen y principio de nuestra vida, al que hay que proteger con celo.