Villa de Antaño: «El atentado de la Penca, historia para no olvidar»

Por Henry Esquivel Monge, escritor sancartleño

Corría el año 1984, un 30 de mayo, todos tomamos un bote en el rio San Carlos que nos llevaría a el lugar conocido como La Penca, a tan solo pocos metros de territorio costarricense, al otro lado del Rio San Juan, ya en territorio nicaragüense.

Según decía el comunicado, ahí se daría la entrevista con el mayor líder de la contra nicaragüense, Edén Pastora. Todos íbamos con la esperanza de realizar un buen trabajo y que pronto el sufrimiento de tantos hermanos nicaragüenses terminara.

 El bote tipo canoa inicio su travesía por aquel paraje maravilloso, lleno de aves y monos que se dejaban ver al paso que el bote avanzaba por aquellas aguas tranquilas. Aquel verdor de selva y las aguas oscuras del rio le dejaban la sensación de encontrarse en cualquier momento con otro mundo distinto, el calor era intenso y sus rayos reflejados en el agua hacían aún más intensa y casi insoportable la temperatura.

Sin embargo. Eso no importaba, era una gran noticia que treinta periodistas unidos íbamos cubrir, tal vez la noticia del año, sin percatarnos que el destino nos tenía preparado ser parte de esta inesperada y horrorosa noticia.

Cruzamos las aguas del rio San Carlos y nos adentramos por el majestuoso rio San Juan, que se usa como línea fronteriza entre costa rica y Nicaragua. Ya avanzada la noche llegamos a una choza vieja, muy vieja, que funcionaba de cuartel de Pastora.

Las risas iban y venían acompañadas de una que otra tertulia, la mayor de ellas era que había que dormir en las hamacas, la noche se fue adentrando y entre todos convencimos a Edén de darnos un adelanto de la rueda de prensa.

Todos nos fuimos acercando a su hamaca y entre risas y palabras el comenzó a hablar, no había dicho mucho, cuando una luz azul irrumpió la sala, era como ver la luz de la lumbre de una cocina de gas y detrás de ella, pero dividida solo por una fracción de segundos una explosión muy fuerte.

La sangre corría por toda la sala, los cuerpos enrojecidos yacían tirados por doquier, sentí un dolor fuerte en mi cuello y al tocarme una estaca de madera estaba en mi cuello incrustada, la piel se me puso fría y por más que intentaba presionar la sangre seguía corriendo de mi arteria hacia el exterior con la misma fuerza de aquel rio que nos trajo.

Poco a poco se apagan mis ojos y la oscuridad se apodera de mí, por mi mente solo pasan mi familia, me voy a morir y acá tan lejos de ellos, que será de mis hijos y esposa ahora, se hará justicia o moriré en vano.

Alrededor veo cuerpos tirados ya sin vida y otros mal trechos y heridos, que será de mi familia, esta frase cruza por mi mente una y otra vez, ya no veo nada, estoy muy débil y siento que mi vida se me va.

Desperté meses después en un hospital de Costa Rica sin saber cómo llegué ahí, hoy treinta años después, el caso no se resuelve y ha quedado en el olvido, al menos se ha logrado darles homenaje a los caídos ese día, declarándolo como el día del periodista.

Hoy por hoy, aun cojeó y tengo una gran cicatriz en mi cuello horrorosa, pero gracias a Dios he podido saber que fue de mi familia y decirte que los amo cada día, pero jamás olvidaré lo vivido ese día. ¡Feliz día del periodista costarricense