Resaltan unidad de los Maleku entorno al Palenque y la práctica de entierro de muertos dentro del rancho

El palenque en la cultura Maleku de Guatuso consistía en un grupo de 3 o 4 ranchos multifamiliares, construidos muy cerca unos de otros y ubicados a orillas de un río principal de la zona. Las familias extensas que habitaban en los ranchos podían llegar a tener en promedio 30-35 miembros, por consiguiente.

Un palenque típico podía albergar una población que oscilaba entre los 90 y los 140 habitantes detalla el doctor en Geografía dela Universidad de Costa Rica, Roberto Castilla Vásquez, en la investigación «El pueblo indígena Maleku de Costa Rica y su patrón de asentamiento en la segunda mitad del siglo XIX» Año 2011

Cada palenque presentaba rasgos o elementos paisajísticos que los identificaba como un lugar único y particular. E

De acuerdo con el geógrafo la unidad del palenque se mantenía también mediante la celebración de eventos comunales frecuentes, que consistían básicamente en tomar chicha de maíz, plátano, pejibaye o yuca, acompañados de bailes, danzas y cantos. Otra forma en la que se mostraba la solidaridad y la cohesión interna de la comunidad era cuando alguien moría, ya que los residentes del palenque guardaban una especie de luto que se extendía por varios días, durante los cuales se abstenían de cualquier celebración social (Morera, 2000).

Los familiares más cercanos se abstenían de comer ciertas comidas, de cocinar, de cantar y bailar por un año (Castro, Blanco y Constenla, 1993:33).

Ceremonia Maleku al madre tierra.Fotos por Rancho Maleku Tafa Urijif


Desde el punto de vista político, la comunidad funcionaba como una unidad política autónoma al mando de un líder de palenque. La posición de líder comunal podía ser ocupada ya sea por un vidente de los divinizados (Tócu lhóqui cuácuacsufá maráma), un escuchador de Jafára (Lháfara lhaíca taíquisufá maráma) o la persona de mayor edad, el fundador del palenque o el descendiente del fundador del palenque.

El vidente era la persona con el poder de comunicarse con los espíritus de los muertos y los dioses (Tócu maráma). La gente acudía a él para encontrar respuestas sobre eventos del pasado, el presente y el futuro. Luego, el vidente consultaba a los espíritus y dioses en una entrevista directa con ellos en lugares aislados cerca de las cabeceras de los ríos y trasmitían las respuestas de ellos a la gente.

El vidente también se encargaba de observar el comportamiento de la gente y los defendía de los malos espíritus o tentaciones . El escuchador de Jafára cumplía funciones adivinatorias
parecidas a las de los videntes, con la diferencia de que no se entrevistaba directamente con los espíritus sino que recibían los mensajes de Jafára (la virgen o diosa) por medio de la manipulación de la bramadera (Castro, Blanco y Constenla,
1993:38).


La fe en fuerzas supernaturales tales como Dioses y la creencia que estos Dioses los castigarían por hacer cosas malas de
acuerdo a su cultura, era usado por el líder del palenque como mecanismo de disuasión y control social. No se tiene claro si esta posición del jefe del palenque era hereditaria.

Pero si un hijo o nieto mostraba el interés, la disciplina y habilidades de su padre o abuelo, era muy probable que ocupara la posición de respeto e importancia en la comunidad.


Los Maleku se caracterizaban por su fuerte arraigo y vínculo físico-sentimental con sus respectivos palenques de residencia, esto conllevó al desarrollo de identidades y rasgos diferenciadores entre los habitantes de los diferentes palenques.



Este fuerte apego y cariño que sentían los Maleku por sus respectivos palenques se sigue manteniendo hoy día. A pesar de la falta de tierras y empleos y deficientes servicios básicos como luz, agua, teléfono, transporte, salud y educación, los Maleku se han resistido a dejar sus palenques en busca de mejores oportunidades y condiciones de vida. Más interesante aún, se han resistido a emigrar a otros palenques vecinos.

La migración entre palenques ha sido prácticamente inexistente, excepto cuando hay matrimonios de por medio, lo que demuestra el arraigo y lealtad a su lugar de origen.

Rancho Maleku, en la actualidad la mayoría de indígenas viven en casas de concreto.

Entierro de familiares dentro de sus ranchos


La práctica de enterrar a los familiares que morían de “buena muerte” (pué tate) dentro de sus ranchos, puede explicar en parte el fuerte nexo que tenían los maleku con sus palenques. La persona que moría de buena muerte se debía a causas naturales como enfermedades o senectud. Al morir de buena muerte, el alma del fallecido o fallecida se divinizaba (tócu lhonh maráma) y viajaba al mundo subterráneo para vivir con el Dios que le correspondía.

Esto sucedía así porque la persona fallecida había vivido según los preceptos y reglas de la religión nativa como cumplir con los
tabúes alimenticios, no tener relaciones sexuales con familiares cercanos, no incurrir en la infidelidad y no robar, entre otros. Los divinizados, al adquirir poderes divinos y de vivir con el Dios correspondiente, se convertían en intercesores entre el
Dios y sus familiares

La consulta

La consulta de los divinizados por parte de sus familiares para pedirle protección, salud y otros favores se realizaba por medio de un vidente o médium. Esto explica por que los familiares brindaban un cuidado especial a las tumbas ubicadas
dentro de sus casas y por que era común que los familiares ofrecieran culto a sus muertos como por ejemplo: colocar semillas de cacao y jícaras con chicha y chocolate sobre las tumbas. Estas creencias y prácticas religiosas relacionadas con los
muertos, pudo haber jugado un papel significativo en mantener la gente apegada a sus respectivos ranchos y comunidades. Alejarse de ellas significaba quedar fuera de la protección y el amparo de los divinizados.

La identidad y especificidad de los Maleku se manifestaba también en el nombre que recibía el palenque donde vivían. A los individuos o personas se les identificaba y reconocía primero por el palenque al que pertenecían y en segundo término por el
nombre que recibían.

Los nombres propios se asignaban a los niños y niñas cuando alcanzaban los 12 años de edad y solamente los familiares cercanos los conocían.


Muchos de los palenques tomaban el nombre de la quebrada en cuya bocana se ubicaban como turétilhúli coc, taúlhure coc, chaníya óra, lhanquére coc, nuíjili coc y catáne coc. Otros nombres se referían a la presencia de ciertos árboles como maquenque (lherréqui chía), guácimo (lharúruqui chá), yolillo (lhúrri chía), laurel (pú chía) y balsa (piúju chía). Otros denotaban características del sitio como la presencia de arcilla roja (octaqui tainh) o de una quebrada con mucha arena (ulhíjali).


Fotos por Rancho Maleku Tafa Urijif