En Costa Rica en nuestra Zona Norte la Semana Santa está muy ligada a la preparación de comidas tradicionales, que comúnmente no se prepara en otras épocas del año, como por ejemplo los panes con levadura y miel, tamal mudo, los platillos con sardinas y atún, los platillos con palmitos, la sopa de bacalo, la flor de itabo, los encurtidos y los postres o dulces como miel de chiverre, papaya, toronja entre otros.
Pese a que la iglesia ha pedido el ayuno en estas fechas, muchas veces este no se da.
Tradicionalmente la Semana Santa, también conocido como Semana Mayor, tiene diferente significado para algunos personas es tiempo de reflexión, para otros descanso o de vacaciones, donde también se aprovecha para degustar los ricos platillos tradicionales.
Se tienen registro que en 1542 se celebra la primera Semana Santa en Costa Rica, específicamente en Isla Chira, luego con la catequización se empiezan a generalizar todas esas tradiciones en otras regiones del país.
Según la profesora e investigadora de la Escuela de Nutrición de la Universidad de Costa Rica, Patricia Sedó, en un reportaje de Radio Radioemisora UCR el alimento tiene un significado importante para el ser humano, es símbolo de vida y espacio para compartir. En las comunidades hay un conjunto de valores que le dan significado a las prácticas alimentarias..
Este aspecto da como resultado que algunas de las épocas del año, además de conmemorar actividades religiosas o tradiciones, estén ligadas a la preparación de alimentos en específico. Uno de los casos más representativos es la Semana Santa.
Sedó explica que durante la Semana Santa se empiezan a preparar alimentos que pueden o no estar presentes en otras épocas del año.
“Las personas empiezan a disfrutar diferentes sabores: amargo, dulce, ácido. Todo esto es producto de la herencia española pero también de la creatividad de la gente para aprovechar los productos de la época e incluirlos en las preparaciones”, indica.
Picadillos o guisos con flores de itabo, poró o madero negro
Durante Semana Santa se preparan guisos que tienen como base flores que crecen en estos meses como la flor de itabo, flor de madero negro o del poró. Esta es una tradición que aún se realiza principalmente en las comunidades rurales.
Estas flores se presentan en árboles en estas fechas de ahí, su uso.
Sedó dice que la flor de itabo se puede catalogar como un superalimento, ya que es una rica fuente de fibra; contiene pequeñas cantidades de ciertos minerales y vitaminas, entre los que sobresalen la vitamina C, calcio, magnesio y fósforo.
Las mieles y las conservas
Cabe recordar en por tradición la iglesia pedía desde inicio de la Semana Santa que dejaran de hacer sus trabajos habituales y que dedicaran ese tiempo para participar de los oficios religiosos, de ahí surge los platillos hechos con anterioridad como encurtidos, empanadas rellenas y miles
Según Sedó se habla de alimentación como una excusa para ir fomentando tradiciones que han pasado de generación en generación en las familias y en las regiones.
“Para hacer panes y mieles se requiere práctica, es en el contexto familiar donde las personas le toman el gusto. Cada familia conserva su receta y se da también el intercambio, como sucede en navidad”, enfatiza.
Así, Semana Santa es también un gran espacio para dinamizar el comercio, compartir y crear tradiciones que enriquecen nuestras familias y nuestro país.