Por Ecoosfera
La línea lleva el nombre del ingeniero aeronáutico húngaro-estadounidense Theodore von Kármán, quien durante la década de los 50 se dedicó a buscar el límite de la atmósfera. Pero no fue hasta 1975 que el término de ‘línea de Kármán’ fue establecido formalmente por el abogado Andrew G. Haley, el primero en ahondar en asuntos de derecho espacial y quien se interesó por el asunto dado que la línea de Kármán, marcaría también el final del espacio aéreo de las naciones y por lo tanto, las leyes no serían aplicables cruzando el umbral.
Como buen ingeniero aeronáutico, Kármán calculó que el límite de la atmósfera se alzaría a aproximadamente 100 kilómetros sobre el nivel promedio del mar. De esta forma, la altitud tendría coherencia con los cálculos ingenieriles en donde las fuerzas orbitales superan a las aerodinámicas. En esta parte del planeta, la densidad de la atmósfera es tan endeble que las aeronaves deberían alcanzar una fuerza equiparable a la velocidad orbital de la Tierra para continuar en vuelo, una velocidad impresionante que es imposible para naves con alas y hélices, una de las razones por las que no llegan a tales alturas.
Años más tarde, la Federación Aeronáutica Internacional (FAI) aceptó el límite estipulado por Kármán. Hoy en día esta institución y muchas otras apuntan a que la línea de Kármán, es decir, el límite entre la atmósfera y el espacio, se encuentra a 100 kilómetros de altitud sobre el nivel promedio del mar. Pero no hay un consenso claro y hay quienes aseguran que el límite estaría un poco más abajo.
La atmósfera terrestre no es una simple burbuja de gases que recubre al planeta, cada una de sus capas es fundamental para mantener el equilibrio de la vida. Pero tal complejidad también aplica en su formación y terminación; la atmósfera no termina abruptamente, sino que se vuelve más delgada a mayor altitud y por lo tanto, no tiene un límite superior completamente definido.