por La Capital , Carolina Tafgoni
La historia de lucha y redención de la cantante que falleció a los 83 años es una enorme fuente de inspiración para las nuevas generaciones detalla el medio La Capital de Argenty
Entre las estrellas pop de los años 80, entre las voces de Madonna o Cyndi Lauper, la voz de Tina Turner sonaba como un rugido. Las adolescentes de esa época mirábamos fascinadas (en plena era del videoclip) a esa mujer que parecía mayor pero tenía un vozarrón y una energía juvenil arrasadora.
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Lo que no sabíamos entonces era que esa fuerza que Tina transmitía venía de superar un pasado oscuro y difícil: que había sido una mujer golpeada, abusada física y psicológicamente por su ex marido, Ike Turner, y que le costó mucho escapar de esa situación porque Ike era también su compositor, productor y compañero artístico. Mucho antes del MeToo, en una época muy diferente a esta, ella fue un símbolo de fortaleza y resiliencia. Y también cantaba desde ahí, desde ese sentimiento, desde las entrañas del soul, el rock y el gospel, como alguien que pide por esa valentía para levantarse y después agradece con alegría estar de pie.
Tina Turner le cantaba a Mick Jagger en el escenario de igual a igual, como desafiándolo, y hasta un gigante como David Bowie parecía intimidado delante de ella. A mediados de los 80 tuvo un regreso triunfal, después de años de ostracismo, acompañada por colegas que la admiraban y que fueron amigos fieles. Sus hits de aquella década todavía suenan en las radios: “What’s Love Got To Do With It”, “Private Dancer”, “Better Be Good To Me” o “We Don’t Need Another Hero”, de la banda de sonido de “Mad Max 3”. Es inevitable tararearlos ahora, aunque nadie puede hacerlo con esa voz profunda inconfundible.
La historia de lucha y redención de Tina Turner fue contada en varias películas y documentales. Siempre vale la pena volver a esa historia y volver a sus discos. Son una enorme fuente de inspiración para las nuevas generaciones.