El majestuoso Ceiba, con sus imponentes 70 metros de altura y una longevidad que atraviesa siglos, se erige como un coloso solitario en los potreros de la Zona Norte.
Para los antiguos Mayas, este árbol representa mucho más que una mera presencia física; es un símbolo de vida y de conexión con el inframundo, una puerta hacia lo divino y lo etéreo.
En la Zona Norte ya quedan muy pocos de tamaño considerable. Debido a la deforestación, la actividad agrícola y ganadera han sido talados y con ellos toda la vida que cierne a su alrededor.
El ceiba es hogar de aves como jabirú que construye su nido en sus altas ramas para evitar que sus polluelos sean depredados por otros animales. Tabú en es el hogar de infinidad de insectos, otra aves y fauna.
Es común vérseles a lo largo en las bajuras de la Zona Norte, perdidos entre repartos, plantaciones de piña o pequeños bosques
Perteneciente a la familia botánica Bombacaceae, bajo el nombre científico de Ceiba pentandra (L) Gaerth, este gigante arbóreo ha sido venerado por generaciones debido a la suavidad de su madera, una característica que ha evitado su explotación a gran escala en forma de madera. En lugar de ser cortado, el Ceiba ofrece refugio y sustento a una amplia variedad de especies vegetales y animales, fungiendo como hábitat vital en un ecosistema interdependiente.
Con grandes gambas laminares en la base del tronco y una copa exuberante y redondeada, el Ceiba se presenta como un espectáculo de la naturaleza en pleno esplendor. Sus flores, polinizadas por una diversidad de seres, desde murciélagos hasta abejas, dan paso a frutos en forma de cápsulas que, al madurar, liberan semillas listas para ser dispersadas por el viento, asegurando así la perpetuación de su especie.
La distribución del Ceiba abarca vastas regiones, desde México hasta Ecuador, Brasil y Guayana, extendiéndose incluso a las Antillas, África y Asia, donde probablemente fue introducido desde América, llevando consigo su legado cultural y ecológico.
Para los Mayas, el Ceiba encarna una profunda conexión con el universo y la creación misma. Es el punto de origen, el centro de la vida, cuyas raíces se sumergen en el inframundo mientras sus ramas sostienen el cielo. Bajo su sombra se celebraban ceremonias y festividades, y se creía que entre sus ramas se transmitían poderes entre gobernantes y chamanes.
Además de su importancia cultural, el Ceiba ofrece un tesoro de propiedades medicinales, desde la cocción de su corteza para tratar heridas y reumatismos, hasta el uso de su resina para curar enfermedades intestinales. Sus hojas contienen alcanfor, conocido por sus efectos cicatrizantes, y sus flores se utilizan para aliviar sarpullidos y quemaduras, entre otros usos terapéuticos.
En resumen, el Ceiba no solo es un gigante de la naturaleza, sino también un símbolo de vida, un pilar cultural y un tesoro medicinal que merece ser protegido y preservado para las generaciones venideras.