La angustia de una madre y el silencio de un adolescente desaparecido

Pocas horas antes de que su rastro se desvaneciera, un muchacho de 14 años, apellidado Delgado Ramírez, le pidió a su familia hablar de un tema que lo venía agobiando desde hacía tiempo: el bullying. Quería ser escuchado, compartir lo que llevaba por dentro. Pero ese diálogo quedó pendiente. Desde el miércoles anterior, nadie ha vuelto a saber de él.

Su última señal conocida lo ubicó a unos 200 metros del puente que une Lindora de Santa Ana con Belén, un sitio ahora marcado por la incertidumbre y el eco de sus pasos ausentes. Allí, en medio de la búsqueda, apareció un teléfono móvil que se presume suyo. Pero ningún indicio concluyente ha permitido dar con su paradero.

Su madre, Melania Ramírez, vive días que parecen eternos. Entre lágrimas, recuerda cómo su hijo le confesó ser víctima de acoso escolar durante años, un dolor invisible que fue dejando cicatrices profundas en su salud mental. Asegura que, pese a las señales de alarma, las instituciones nunca le brindaron el apoyo psicológico que él necesitaba.

“Pedimos que las municipalidades vecinas se sumen a enfrentar esta realidad que afecta a muchos jóvenes como mi hijo”, clama, al borde del quebranto.

No es la primera vez que desaparece. En dos ocasiones anteriores, protagonizó situaciones similares. Por eso, la esperanza aún no se ha desvanecido del todo. “Confiamos en que volverá. Tenemos fe, aunque el miedo también nos acompaña”, dice la madre, aferrándose a cada minuto como si fuera decisivo.

Se sabe que el joven abordó un vehículo de plataforma desde su casa y fue dejado cerca de donde hoy se centran las labores de búsqueda. Sus familiares ruegan al conductor que se comunique con las autoridades si recuerda algún detalle que pueda guiar a los equipos de rescate.

Mientras tanto, la Cruz Roja, los Bomberos, la Policía Municipal, el OIJ y guías expertos recorren la zona con la esperanza de devolver al menor a casa. Cada paso que dan es también una plegaria en silencio.

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