Crucitas, San Carlos – Junio 2025
La fiebre del oro en Crucitas no se detiene. Este fin de semana, un nuevo hallazgo por parte de coligalleros nicaragüenses habrían destapado una veta con al menos 18 kilos de oro bruto, lo que ha provocado una nueva ola de extracción ilegal en esta zona fronteriza del norte costarricense. Así lo confirmó una fuente confiable, que incluso proporcionó imágenes donde se observa una roca cubierta de oro y pequeñas “bolitas” metálicas listas para ser procesadas.
El hallazgo fue realizado por una cuartilla de coligalleros nicaragüenses, quienes operan desde hace semanas en los alrededores del yacimiento a cielo abierto que alguna vez albergó el fallido proyecto minero industrial en Crucitas.
La información ha generado preocupación por el descontrol evidente, la pasividad estatal y los impactos ambientales y económicos.
Imágenes confirman el hallazgo
Fotografías que circulan en redes sociales y en canales informales muestran lo que sería una gran roca parcialmente cubierta con vetas doradas, así como material triturado donde se perciben partículas de oro. Según testigos, la actividad extractiva no se ha detenido desde el fin de semana, y cientos de coligalleros, en su mayoría extranjeros, siguen ingresando día y noche en busca del metal precioso.
El oro fluye hacia Nicaragua
Fuentes locales aseguran que la mayoría del oro extraído está siendo transportado de forma clandestina hacia Nicaragua, específicamente a través de rutas que conectan con el lago de Nicaragua, por caminos ilegales o con ayuda de intermediarios. Algunos lo hacen a pie, otros en moto o caballo, cruzando por puntos ciegos conocidos tanto por los vecinos como por las autoridades.
Un poblador de la zona, que pidió anonimato por temor a represalias, señaló que “el oro se lo están llevando a la vista de todos, y la policía no hace nada. Más bien, los coligalleros se sienten protegidos”.
Complicidad y silencio institucional
La situación ha desatado críticas por el aparente desinterés estatal y la posible complicidad de fuerzas policiales. “Hay denuncias de que algunos oficiales de policía permiten el paso de maquinaria o no intervienen los campamentos de coligalleros. Se han convertido en espectadores, cuando no en facilitadores”, dijo un funcionario judicial bajo condición de anonimato.
Esta permisividad pone en entredicho la capacidad del país para proteger sus recursos naturales y aplicar la ley en una zona donde la ilegalidad es la norma desde hace más de una década.
Impacto ambiental: mercurio y devastación
El uso indiscriminado de mercurio para la extracción de oro sigue siendo una de las mayores amenazas para los ecosistemas de Crucitas. La sustancia altamente tóxica contamina los suelos, el agua subterránea y los ríos aledaños, afectando no solo la biodiversidad, sino también a las comunidades cercanas.
La deforestación, el dragado manual de quebradas y la apertura de túneles inestables agravan la situación. Expertos alertan de una catástrofe ambiental silenciosa y prolongada.
Pérdida millonaria
Especialistas en minería estiman que solo los 18 kilos de oro extraídos podrían representar más de 900 millones de colones (alrededor de $1.7 millones de dólares) en el mercado internacional. Esta cifra es apenas una fracción del oro que se estaría sacando de manera clandestina, lo cual representa una pérdida millonaria para el Estado costarricense, que no percibe ni un solo colón en impuestos o regalías.
Según diputados que visitaron el fin de semana Crucitas aquí opera el crimen organizado, contrabando de oro y corrupción institucional. El Estado debe recuperar Crucitas antes de que sea demasiado tarde”.
¿Qué pasa con el proyecto oficial?
Mientras la ilegalidad avanza sin freno, el proyecto de extracción regulada y controlada de oro en Crucitas sigue estancado. Aunque el Gobierno ha discutido la posibilidad de licitar o crear una figura de minería responsable bajo normas ambientales estrictas, no se ha concretado ninguna acción. El resultado es que la riqueza nacional sigue siendo saqueada por grupos ilegales.
La situación en Crucitas se ha convertido en una bomba de tiempo: descontrol minero, pérdida de millones en oro, colapso ambiental y autoridades indiferentes o cómplices. La presencia de coligalleros nicaragüenses se intensifica, y el país sigue sin una política clara para enfrentar esta crisis que desangra no solo el suelo costarricense, sino su soberanía y dignidad.