El mundo no deja de recordar la vil cobarde muerte de uno de los poetas más grandes parido en la madre patria, víctimas del franquismo, exhumado en estos días.
«Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir», escribió de forma casi profética Federico García Lorca. La muerte encontró al poeta tal día como hoy hace 83 años, un 8 de agosto de 1936 en tiempo de la dictadura.
Estaba en casa de su amigo Luis Rosales y tenía, cuentan, un billete para viajar a México en el bolsillo. Le detuvieron en esos primeros días de la Guerra Civil y dos días después, tras «mucho café», le dieron el ‘paseo’. Su cuerpo quedó en algún lugar entre Alfacar y Víznar, en su adorada Granada. Una tumba desconocida para el poeta más amado de las letras españolas. Una tierra cualquiera donde yacer, como tantos miles en las cunetas y fosas comunes de esta España, sin nombre pero tan vivo como entonces, detalla el periódico el Confidencial de España,
«No hay nada más vivo que un recuerdo», dejó también negro sobre blanco ese «escritor con alma de poeta y mano de músico», como le define Lluís Pasqual, que ha publicado su personal homenaje a su ‘hermano’ en ‘De la mano de Federico’ (Arpa Editores) y ha dirigido numerosos montajes de Lorca, entre ellos la primera y mítica puesta en escena de ‘El público’ en 1986. Porque el recuerdo, como la luz que todos los que le conocieron usaron para definirle, nunca se apaga. Lorca «era la lumbre misma», dijo José Luis Cano. Rafael Alberti decía que cuando entraba en una habitación era como si se iluminara. «Un ser nacido para la libertad», añadió Vicente Alexandre. «Traía la felicidad», remató Pablo Neruda. Lorca ha sido y es faro y misterio, además una de las grandes deudas que tiene este país con su memoria histórica y su cultura, señala el medio.
Homosexual, socialista y masón»
«Nunca se habrá llorado y protestado tanto en la Tierra entera», escribió Alberti sobre la muerte de su amigo. Porque esté donde esté Lorca, lo cierto es que ese recuerdo del que él hablaba sigue tan vivo y luminoso como el primer día. Un recuerdo al que le falta un final. Un poeta al que España le debe una tumba. Una obra incompleta, como ‘El público’, que sigue necesitando que se ponga en pie para arrojar verdad sobre las últimas horas del padre de ‘Yerma’, ‘Bodas de sangre’, ‘La casa de Bernarda Alba’, el ‘Romancero gitano’ o los ‘Sonetos del amor oscuro’.
«Lo mataron, lo asesinaron a conciencia, sabiendo lo que hacían. Luego difundieron que les jodía porque de hecho se habían dado cuenta del error. (…) Yo no los creo. Tenían mil motivos para matarle y que siguiera muerto. Para no arrepentirse ni un segundo. Bajo el aspecto de ser una más de las rencillas pueblerinas que se saldaron con desapariciones y asesinatos en la tremenda confusión de las primeras semanas de la Guerra Civil -desgraciadamente, también tuvo algo de eso-, tenían infinitos motivos para asesinarle. Casi todos se han dicho, Federico representaba todo lo que ellos odiaban: poeta, artista popular, pensador brillante, maricón… les molestaba por todos los flancos», defiende Pasqual.
Hace poco se conoció un informe de la Jefatura Superior de Policía de Granada de 1965 que revelaba que fue asesinado por «socialista y masón» y «prácticas de homosexualismo». Este documento ha servido a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica para que la jueza Servini, la magistrada argentina conocida por investigar las violaciones de los derechos humanos del franquismo, acepte el caso de la desaparición del poeta. Es el último gran misterio de Lorca porque, como él mismo escribió también proféticamente, «solo el misterio nos hace vivir. Solo el misterio».
Tomado del medio El Confidencial
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