Por Henry Esquivel Monge, escritor sancarleño
Vieras que fiestón nos pegamos en el trapiche de ñor Genaro, ayer era la molienda y como siempre llego casitico too el pueblo, porque saben que trabajar ahí es divertio.
Los güílas, traían leña y amontonaban el bagazo, las mujeres preparaban la comía y otras ayudaban a colar el caldo, echar la leche de burio entre otras cosas.
Ñor Gerardo, se encargaba de la cocinaa de la miel y los demás hombres que a mover el caldo ,que a pasarlo de acá pa ya y eso.
Lo gueno fue cuando terminó la molienda, después del pedacito de sobao y melcocha de miel pa todos. Los hermanos Herrera sacaron sus chunches, una bandolina, maracas, acordeón y una guitarra era todo un conjunton lo que se armaron y fue solo oyir la música y que se prende la bailaaa.
Se apartaron los gueyes y entre aquel mielerio se zapatiaba era un bacanal y la verdad no se envidiaba de ahora naa, la polvareda se divisaba a lo lejos de la zapateadera .
La gente muy contenta le dio a la mecatea de las cinco a las ocho fue la mejengueda.
Por cierto que pala floja casi se embarca, sacó a bailar a Martita y a su papá no le dijo naa. Casi se arma la de Dios padre y cristo santo a machetes.
– Respete malindres que ella viene acompañaa que acá está su padre como pa que le pía el permiso y no pase naa.
– Perdone usted mi amigo que lo haiga yo ignorao, no fue mi intención ofenderle, ni haberle a ella faltao.
– Se la tomo por ignorancia, lo que acá a pasao, dejemos esto así y tema olvidao.
El muy atrevido ya la había palabreao, no perdió tiempo y la mano le había apretao, pero Martita lo a parao de una gran cachetada que el muy canijo mejor se a jalao, montó a su caballo y salió soplao como alma que lleva el mero se a largo.