Nicaragüenses del mismo sexo encuentran en Costa Rica, el sitio para unir sus vidas

Por Hans Lawrence Ramírez, para Magazine del diario La Prensa.

En la periferia de San José, la capital costarricense, vive el nicaragüense Víctor Manuel Pérez con su esposo Francisco Agüero. Es una casa que los dos han construido casi con sus propias manos.

“Las gradas las puso Víctor y él también pintó las paredes”, cuenta Francisco señalando el interior blanco y celeste de la casa. Tiene un estilo moderno. A simple vista, la casa es de una pareja acostumbrada al trabajo desde el hogar, con el escritorio y la computadora en la sala. Televisor apagado. Encendido a la hora de las noticias.

“¿Qué vamos a almorzar hoy?”, pregunta Víctor. Una huésped que aloja en un cuarto extra que tiene en la casa le da la respuesta. “Tortas de huevo con pancito, porque hay que mantener la figura”, dice la mujer mientras camina hacia la cocina, seguida por Pantufla, la perrita de Víctor y Francisco que es casi como su hija.

Francisco y Víctor junto con su perrita Pantufla. «Es como un hija», dice Víctor. CORTESÍA

Víctor y Francisco tienen dos meses de haberse dado el “sí”. Son una pareja homosexual que se casó en Costa Rica tras la aprobación del matrimonio igualitario, que entró en vigencia el 26 de mayo del 2020.

Costa Rica es el primer país centroamericano en aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo, el octavo del continente americano y el vigésimo octavo en el mundo. Esa noche del 26 de mayo, Víctor hizo la cuenta regresiva esperando la media noche, celebró con unas copas de vino con su pareja y pensó por primera vez que casarse con quien dice, es el amor de su vida, no estaba lejos de la realidad.

Víctor tiene 28 años, es periodista y originario de San Jorge, Rivas. Llegó a Costa Rica en agosto de 2018 y conoció a Francisco por Tinder, una aplicación de citas. Francisco tiene 38 años, es diseñador gráfico.

Otro nicaragüense que nunca antes había pensado que podía ser posible contraer matrimonio con alguien de su mismo sexo era Marlon Ruiz, un chinandegano que llegó a Costa Rica en 2018 y en enero de 2019 empezó a escribirle al costarricense Jason Mora Solano a través de Facebook. Hoy están casados.

Marlon tiene 30 años, es trabajador social de profesión y tiene una maestría en sociología. Desde muy chico estuvo vinculado a la Iglesia Católica. Fue monaguillo en varias parroquias y dice que muchos sacerdotes lo conocen por la labor pastoral que ejerció por varios años, pero casi nadie lo conocía por sus preferencias sexuales. Su pareja, Jason, tiene 26 años y se dedica a cuidar pacientes geriátricos.

Si uno los encuentra por la calle parecen dos amigos. No les gusta demostrarse afecto en público. Ni siquiera tomarse de la mano. Eso sí, ambos portan su sortija de casados.

Marlon argumenta que, a pesar de que Costa Rica sea un país que respeta los derechos de la comunidad LGBTIQ, él prefiere respetar a quienes no están de acuerdo con las relaciones homosexuales. Los abrazos, besos, mimos y cariños los dejan para la intimidad en la casa que alquilan en San José.

Marlon y Jason llevan tres meses de casados. Esperan algún día visitar Nicaragua para la familia de Marlon conozca a su esposo. CORTESÍA.

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El matrimonio igualitario en Costa Rica les da a las parejas del mismo sexo los mismos derechos, beneficios, deberes y obligaciones que tienen aquellos que se casan con personas del sexo opuesto.

Para los costarricenses, Francisco y Jason, es una reivindicación de sus derechos, un reconocimiento de su identidad, y la apertura a oportunidades que antes solo eran posibles para parejas heterosexuales. Esto incluye a los migrantes nicaragüenses que ahora pueden casarse con personas de su mismo sexo.

Son varios los nicaragüenses, hombres y mujeres, que se han casado bajo el amparo de la ley del matrimonio igualitario en Costa Rica, pero no todos están dispuestos a hacerlo público.

Temen por el prejuicio y la discriminación que hay en Nicaragua hacia las personas homosexuales, alegan, y en algunos casos, por temas de seguridad prefieren no compartir sus historias. De cualquier manera, dicen ser felices por haber cumplido con un sueño que en su país es casi inimaginable.

“Nuestro deber es combatir todo tipo de discriminación, sea por discapacidad, étnica, credo religioso, sexo, identidad y expresión de género, orientación sexual o cualquier otra. Y desde ese enfoque que procura la defensa de todos los derechos humanos, es desde donde debemos comprender este hito”, dijo el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, ese 26 de mayo de 2020 cuando entró en vigencia el matrimonio igualitario.

Desde ese momento, las parejas homosexuales que están casadas pueden optar a préstamos bancarios, adquirir bienes e incluso adoptar hijos. A Marlon le gustan los niños, pero a su pareja Jason no. “Te limitan mucho. No podés salir, no podés hacer nada porque ahí está el chiquito”, argumenta. Por esto es que no se han decidido por adoptar.

Esta pareja tiene tres meses de casados. Se boda fue rápida. Estuvieron seis meses de novios y el 30 de octubre del 2021 estaban frente al abogado que ofició el matrimonio.

Fue algo bastante sencillo, recuerda Marlon, debido a que un cuñado había sufrido un accidente días antes y no quisieron hacer una gran fiesta, pero tampoco quisieron cancelar su boda. Se casaron en la cima del volcán Irazú. “Fue una tarde muy mágica, muy linda”, detalla.

Para Marlon, lo más difícil de todo el proceso para casarse fue contarle a su familia. De hecho, en su casa, en El Viejo, Chinandega, solamente conocen a su pareja por video llamada. Antes de que se casaran, Marlon lo presentó con su mamá como un amigo con el que alquilaba una casa y cuando ya estaba cerca la boda, les contó toda la verdad.

Que se habían enamorado, que vivían juntos como una pareja, que llevaban tres años de conocerse y seis meses viviendo juntos, y que iban a casarse. “¿Qué va a decir la gente?”, fue lo primero que le reprochó su mamá, pero más que cuestionarlo, lo apoyó.

Para Víctor Manuel también fue complicado decirle a su familia. Su padre también es nicaragüense, pero tiene años habitando en la zona del caribe de Costa Rica, mientras que Víctor en la capital, así que un fin de semana viajó para visitarlo y al calor de unas cervezas le dio la noticia.

–Me voy a casar- Le dijo Víctor

–¿Y sos feliz? –preguntó el padre, tragando gordo, poniendo la cerveza en la mesa y sabiendo que su hijo se casaría con un hombre

— Muchísimo

Eso fue suficiente para que el padre aceptara la decisión de su hijo. Asistió a la boda y junto a la madre del joven lo entregó. “Me lo cuida”, le dijeron a Francisco mientras cubrían la mano de Víctor con la suya el día del matrimonio. «Como en las novelas», describe Francisco.

Víctor Manuel Pérez junto a sus padres el día de su boda. CORTESÍA

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El 28 de noviembre de 2021, Víctor y Francisco no se vieron hasta las tres de la tarde para jurarse amor “hasta que la muerte los separe” frente a un abogado. La cita era en una finca llamada Bosque Mariposa, con una espectacular vista a un valle.

Francisco se hizo esperar. Se fue a almorzar pacientemente con un amigo, luego se fue a comer un helado y se quedó unos minutos dentro del vehículo en el parqueo del lugar matando el tiempo. Víctor, por su parte, pensó que su amado no iba a llegar.

Cuando Francisco apareció, el acto inició. Firmaron el acta de matrimonio, se leyeron sus votos, lloraron, se pusieron los anillos y cerraron el ritual con un beso. Luego pasaron unas semanas de luna de miel en Antigua, Guatemala, y regresaron a Costa Rica para las fiestas de fin de año.

Hoy, viven en la casa que han ido construyendo poco a poco como un matrimonio cualquiera. Sus esfuerzos están dedicados a la empresa de publicidad y el medio de comunicación digital que fundaron y tienen planes de terminar con los detalles de su casa. Esperan algún día, “cuando se vaya Daniel Ortega” dice Víctor, vivir en Nicaragua como el matrimonio que son.

Marlon y Jason, por su parte, dicen que si van a Nicaragua es para conocer y para visitar a la familia de Marlon y no para quedarse. Por ahora no tienen planes de viajar. Marlon también considera que si va a Nicaragua “voy a sentir esas miradas de reproche”, por su preferencia sexual.

Por ahora están en busca de un apartamento más grande y Marlon quiere homologar sus títulos universitarios para poder laborar como trabajador social, para lo cual se profesionalizó.

Estas son las sortijas de casados de Marlon y Jason. CORTESÍA

Ambas parejas manifiestan que en su día a día es notorio el intercambio cultural por sus nacionalidades. En el caso de Marlon y Jason, el nicaragüense es más hablantín, aunque se le nota el “acento tico”. Él dice que es porque como trabaja en un call center en español, tiene que hablar como costarricense.

Víctor y Francisco concuerdan con que los nicaragüenses son más alegres. Francisco explica que los costarricenses casi no reciben visitas o no se reúnen en fechas especiales, en cambio, desde que vive con Víctor, le ha tocado recibir a todas las personas que llegan a visitarlo.

“Los ticos somos muy callados, somos muy reservados. Aquí la gente no acostumbra a andarse visitando, pero con Víctor no. A cada rato hay visitas, hablan durísimo, tienen siete conversaciones al mismo tiempo y entre más alegre esté la fiesta, más gritan”, dice Francisco.