(Leyenda). Por Henry Esquivel, escritor sancarleño.
Les traigo una leyenda que muchos ya han olvidao, pero hoy este servidor acá se los recordao
Cuenta mi abuela que acá antes que cualquiera llegara a la Villa, ya un grupo de indígenas habitaban por estos laos, les llamaron botos, pero ya están olvidaos y les contaron historias que ya hemos dejao.
Por aquellos cerros después del Congo se espiaban subir los confizgaos vestios como antes, con sus trajes hechos de corteza de árbol y toiticos emplumaos, en sus manos llevaban ofrendas, de flores, frutos, animales y otras carajaas.
En lo alto del cerro, un Dios de ellos habitaba, era un toro muy grande, de color muy amarillo, que por lo alto del cerro se paseaba por toos laos.
Pero de repente todo cambio, el cerro se estremeció, dio unos pujidos y todo retumbo, los indígenas que dejaban sus ofrendas, se deschilamparon a correr, buscaron ayudas con su brujo que los fueran a socorrer. Su chaman subió solo al cerro, como si no tuviera de que temer, pero las canillas se le doblaban al derecho y al revés.
Él se arrodillo y puso la jupa en el suelo, y así se quedó le hablaba a la tierra. Después de un rato se levantó se dirigió a los botitos y esto les revelo.
–El cerro esta celoso del toro, pues le quitó la adoración de los botos y de ellos se olvidó y lo quiere de sacrificao, para calmar su chichón, de no hacerlo hará un despelote en todo a su alrededor.
Todos comenzaron a llorar pues para ellos el animal era como un dios, pero en ese momento el cerro retumbó, fue tan fuerte que todo se cayó. Ellos tuvieron miedo y decidieron actuar de pura carrera lo fueron a matar.
Con el alma hecha añicos y tremendo lagrimón, prepararon un altar de piedras en menos que el gallo cantó, y el aquel montón de piedra el chamán lo degolló
Su sangre chorreo por el cerro y en el altar las piedras un fuego encendió, la carne comenzó a chamusquearse y únicamente el cuero dejaron para poderlo guardar, como una reliquia y poderlo guardar.
Pero algo sucedió, el cuero estaba puesto en una gran piedra y el cuero se fue metiendo en la piedra hasta que no se divisó más.
Un temblor inmenso, rompió la roca y de su interior broto agua, pero no cualquier agua, era de un color amarillo, como el cuero del finao animal.
Poco a poco el agua fue aclarando y el agua y cerro abajo corrió, embebiendo las grietas hasta que un gran rio formo
El cerro cesó los retumbos y los indígenas regresaron a donde sea que estos vivieran, todos achucuyaos y con mucho dolor, pero al bajar el cerro con un rio amarillo se han topeteao y Torro Amarillo lo han llamao.
No me crean, pero fue lo que me contaron que si vas por la noche en el rio lo escucharas bramando.