Por Henry Esquivel Monge
Escritor sancarleño
-Hace mucho tiempo que no se a escuchao, que alguien le saliera algún espanrarajo, pero hoy les cuento de lo que me he enterao.
-Un día de estos andaba yo monteando, en el cerro del frente que le llaman el encantao.
–Después de andar detrás de él confiscado saguate me sentí desorientao y pa que no me cogiera la noche comenzé a buscar salida por algún lao.
Aún se me para el pelo cuando lo estoy contando, se me hace un nudo en el gañote y me pongo jelao.
–Allá en lo más profundo encontré una rancha de todo separao y yo como baboso que me voy eschilampao.
–Lo primero que vide fue la llorona toda alegre y con un silvao, llenitico de miedo que me le he arrimao, me comió la curiosidad y le he preguntado, que porque en el pueblo ya no había espantarajos.
–Me dijo que ella y el jinete sin cabeza quesque se habían casao y que con él amor, lo de su hijo, lo había superao.
–La segua y el cadejo, andaban ennoviaos y la carreta sin bueyes ya los buelles había encontrado. Ahora era la tuli que los trabajaba por todos laos y la confizgsda mona que a muchos había espantao, en la troja comiendo guineo se había quedao.
–Me dijo por dónde salir y salí soplao, como alma que lleva el mero, salí disparao. Llegué a mi casa toitico gelao,un bulto en mi pantalón pues me había ensuciao.
–Naidi me cree hagora, dicen que una teja de la jupa se me ha vailao, pero cuando lo vean quedarán jelaos y aunque ustees no crean, después no digan que no se los he contao.