Por Henry Esquivel Monge, escritor sancarleño.
Foto: Casa en Venecia de San Carlos.1960 . Foto por San Carlos un Siglo de Historia e Imágenes.
A lo lejos se veía el humo de la chimenea, anunciando que la cena ya estaba lista y caliente. Pedro ya se imaginaba el sabor agradable del café recién chorreado, hasta podía sentir el olor al imaginarlo.
La faena había sido agotadora, la voltea estaba retrasada y aún faltaba repicar , quemar y apartar las pocas ramas y troncos que quedaran y el tiempo para sembrar el arroz era poco antes de que entrara el invierno.
Con su hacha al hombro, machete grade en la cintura, caminando lento por el cansancio de tan dura tarea. Pedro se encaminaba a su casa deseoso de cenar , darse un rico baño y compartir en el corredor un rato agradable con su familia.
Al llegar lo recibió su esposa una mujer aún joven de rostro agradable y a la par de ella sus dos hijos. Miguel y María .
Esa noche a la luz de la luna y una pequeña canfinera, contaban del trajín del día paso a paso cada uno, después de un rico chocolate todos se dispusieron a dormir cobijados en sus sacos de gangoche.
Con el cantar de las aves nocturnas el sonido de el viento al bailar con las hojas de los árboles en un ritmo interminable, la familia dormía pensando en lo hermoso que sería ver al pasar el tiempo, como aquel esfuerzo y valor, se convertiría en un hermoso arrozal que brindará sustento y estabilidad a la familia, junto con los frijoles recién aporreando y el maíz que está guardado ya.
Esta sería una tarde noche común en cualquier familia campesina donde la preocupación mayor es la familia y su sostén, libre del estrés de las grandes ciudades y sus preocupaciones.