En su viaje a Nicaragua, Monseñor Bernardo Augusto Thiel narró que en el puesto de San Miguelito, una india de 18 años Maleku que había sido vendida por los huleros y que llamaba Filomena, vino a contar todos los sufrimientos que su gente padecía en Nicaragua, y que muchas personas los maltrataban y les pegaban.
Dijo que los trataban de monos, de animales montaraces y que más de la mitad habían muerto a consecuencia de estos maltratamientos.
“…Su Señoría le decía que se viniera con nosotros a Costa Rica, y como el estado de su salud no permitía esto, el Obispo le entregó una cantidad de plata para efectuar después su viaje.
-El Obispo le preguntó por una india mayor de edad que había visto en la confirmación, y dijo Filomena que esta deseaba mucho volver a Costa Rica y entonces la mandó a llamar al instante el Obispo y vino la india con un chiquito en brazos llorando; se informó pronto el Obispo del modo como la habían tomado, de cómo la habían vendido a una mujer por 40 pesos y nos enseñó la india las señales que tenía de los maltratamientos que había recibido de su patrona.
-Esto bastó para llenarnos de compasión y resolvimos traerla a todo trance, aún sin la voluntad de la mujer que la había comprado y desde entonces la custodiamos. Vino la mujer que se decía dueña de la india, reclamando 200 pesos por ella, 40 de la compra y 160 pesos de la manutención en los 4 meses desde diciembre. Su Señoría dijo que todo este dinero le sería restituido y que lo pagaría el Presidente de Nicaragua. A las 11 de la noche nos embarcamos para pasar a bordo del vapor que nos debía conducir a El Castillo, llevándonos a la india, con el fin de devolverla a su pueblo natal y a su familia, de la cual con crueldad había sido separada.
Esta información sobre el viaje de Thiel a Guatuso y luego a Nicaragua es parte de la “Transcripción de originales del Archivo Eclesiástico de la Curia Metropolitana”, realizado por Ana Isabel Herrera Sotillo, cuyas presentación y notas fueron escritas por Presbítero e historiador Miguel Picado G.
Esta es la sexta publicación de siete capítulos sobre los viajes del obispo a Guatuso, con el fin de evangelizar a la población.
A finales del siglo XIX los indígenas guatusos habían sido masacrados y vendidos como esclavos por los buscadores de hule provenientes de Nicaragua.
Cabe mencionar que la historia de los indígenas Maleku está escrita con sangre y lágrimas por el sometimiento cruel que sufrieron, después de la entrada de los huleros nicaragüenses a las llanuras del norte de nuestro país a finales del siglo XIX.
Escribe Thiel: El viernes 5 de mayo dijo Su Señoría la santa misa en la iglesia parroquial del Fuerte de San Carlos; después de la misa predicó al pueblo para moverle a compasión hacia los pobres indios guatusos.
Les habló de los trabajos que había sufrido en la montaña, a donde se había ido como pastor en busca de la oveja descarriada; que todos sus esfuerzos habían sido infructuosos por el miedo que tenían los indios de acercarse a él y a sus compañeros; que la causa de este miedo no podría ser otra que las vejaciones inhumanas a que los indios se veían expuestos de parte de los huleros, que deseaba llevarse siquiera unos 2 o 3 indios de San Carlos, para educarlos bien en un colegio y servirse después de estos en la catequización de los demás; que como tenían más de 60 indios en su poder, 2 o 3 que entregaran a Su Señoría no podían hacerles falta.
Todos se conmovieron, algunas personas dieron pasos para corresponder a los deseos del Obispo, pero nada se obtuvo. Así nos despedimos tristes por no haber podido hacer nada en favor de los indios guatusos. A las 9 salió el vapor y a la 1 llegamos a El Castillo. Su Señoría confirmó a bordo del vapor unas 60 a 70 personas; entre estas varios indios guatusos. También aquí fueron vanas sus
Las vías fluviales y el potencial agropecuario de la región
En su regreso a Costa Rica, narra Thiel: “el sábado 6, como a medio día, llegamos a la boca del río San Carlos, fuimos bien recibidos y obsequiados por nuestros compatriotas que vimos en la boca del río San Carlos. A las 2:30 p.m comenzamos la subida del río; llegamos a las cinco de la tarde a un arenal donde pernoctamos.
El domingo siete de mayo pasamos la boca de Tres Amigos como a las dos de la tarde y como a las cinco de la tarde nos quedamos en un banco de arena.
El lunes 8 de mayo entramos en el bote del comandante del muelle de San Carlos, don Juan Barth con varios de los vecinos de la aldea de San Carlos que venían en busca de nosotros; nada se había sabido de nuestra demora.
Nos contaron el sinnúmero de historias que habían corrido por el país respecto a nosotros; cómo los unos habían sido muertos, los otros presos, los otros heridos; todo esto nos causó alegría, y grande fue la consternación de todos al saber que no los guatusos amarillos, sino los cultos guatusos blancos nos habían molestado. A las 5 nos quedamos en el banco de los Sábalos.
Esta noche no nos dejó dormir la lluvia, pero el sol del día siguiente pronto nos secó. El martes 9 pasamos por las bocas del Arenal y Peñas Blancas y llegamos a las seis de la tarde al muelle de San Rafael. Subimos así el río en 3 días y 3 horas, no hay duda que el río de San Carlos es transitable hasta para vapores y destinado así por la Providencia a ser uno de los caminos comerciales más importantes de Costa Rica.
Pero el río que más se presta a la navegación es, sin duda, el Río Frío; el cual carece enteramente de correntadas y tiene en todas partes suficiente profundidad. Se puede decir que es un ferrocarril hecho por la naturaleza y de menos costo que la línea férrea. Una cuadrilla de 10 hombres mantiene el río limpio de los palos. El territorio por el cual pasa el Río Frío es tal vez el más fértil en toda Costa Rica; en las bajuras pueden formarse grandes haciendas de ganado como las tiene Nicaragua en la vecina costa de Chontales. A tres días de su boca, en la confluencia con el Pataste y la Muerte hay un clima parecido al clima de Alajuela; terrenos enteramente planos cruzados en todas direcciones por un sinnúmero de riachuelos.
Los grandes platanares que tienen los indios en este lugar, algodón, caña y yuca, son prueba de la fertilidad de estos terrenos. De aquí sube el terreno paulatinamente hasta los cerros Pelado, Tenorio y Miravalles. En las alturas de estos cerros se verán sin duda alguna todos los afluentes del Río Frío. De este modo, esta inmensa comarca, con un ferrocarril natural que es el Río Frío, y sus afluentes el Sabogal, el Pataste, la Muerte, el Venado, está llamada a desempeñar un día un gran papel en nuestro país. Por la vereda que se mandó abrir en San Carlos se llega en día y medio hasta la boca del Pataste y continuando esta vereda en dirección noroeste, pasando por entre el Miravalles y el Rincón de la Vieja, está uno en día y medio en el departamento de Liberia.
Fuimos bien recibidos en el muelle de San Rafael por el señor comandan pasamos allí la noche», finaliza Monseñor, en este capítulo.
Foto principal por: Territorio Indígena Maleku, Rancho Tojijifuru.
Ver parte3 :https://elnortehoycr.com/2020/01/11/uno-de-los-huleros-le-partio-la-cabeza-a-un-indigena-de-un-machetazo/
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Me conmovió el sufrimiento que paso ese pueblo, cuanta maldad hay en el corazón de los seres humanos para tratar así a sus semejantes,
Bendito sea Dios por haber enviado a monseñor Tiel a rescatar a esas personas
Algo así debería de ser de ejemplo para todos
Monseñor Tiel debería ser declarado héroe de costa Rica y en especial de l pueblo maleku